¿Fuiste ídolo en España?

Lampard_City_GolSeveriano Ballesteros

Ayer Lampard le marcó a su Chelsea, en el que había jugado toda su vida, privándole de una sonora victoria a domicilio en campo del Manchester City. Al acabar al partido, se fue a saludar a los supporters del equipo londinense allí desplazados, y éstos le mostraron su cariño y veneración. Ni un gramo de rencor. Aquí en España, ya puedes haber prestado servicios al club de tus amores durante años. El día que regreses a tu antiguo estadio como rival, lo harás como enemigo, y de ídolo habrás pasado a la categoría de traidor. Salvo excepciones. Sí, si tu nueva camiseta es fea y inofensiva. Pero como vuelvas con galones, te crucifican. Y si les ganas un partido importante, ya sólo te recordarán por eso.

Oliver Khan, que fuera portero alemán de referencia durante muchos años, cantó sin paliativos en la final de Mundial de Corea y Japón, costándole el primer gol de Ronaldo para Brasil, que finalmente alzaría allí su quinta Copa del Mundo. El rubio y corpulento portero fue elegido balón de otro de aquel Mundial –se había votado justamente antes de la final- y en diciembre obtuvo el balón de bronce. No me consta el menor reproche ni asomo de mofa por parte del pueblo alemán por aquel y trascendental fallo. Se retiró como un héroe. Aquí, nadie que recuerde la carrera de Arconada olvida aquel balón que se le escurrió bajo el cuerpo para propiciar el gol de Platini que empezó a dar a Francia la Eurocopa’84. Y aquel excelente centrocampista vallisoletano, Cardeñosa, que iluminara durante años al Betis y fuera de los mejores cerebros que pasaran por aquella voluntariosa selección española… su carrera quedó cruelmente resumida en el gol cantado de marró contra Brasil en el Mundial de Argentina.

Veteranos en su día como Löttar Matthaus, como del Piero en Italia, y como hoy Pirlo y Totti, o Gerrard en Liverpool, adquieren la distinción de tótems innegociablemente venerados por sus aficiones. Salieran, salgan los últimos diez minutos o de titulares, nadie les pierde el respeto, se les guarda agradecimiento y admiración. Aquí, los sectores más silvestres de las aficiones de Real Madrid, del FC Barcelona, del Atlético del Madrid, del Valencia… han tirado a la basura a sus ídolos cuando han considerado que ya no servían, les han vilipendiado y tratado como trastos viejos e inservibles. Asistimos hoy a lo de Casillas, en menor medida a lo de Xavi, pero lo vimos antes con Raúl, Míchel, el Guardiola jugador, el mismísimo Cruyff, Caminero, Albelda, Zubizarreta… ya les habían retirado antes de que se retiraran.

Pero no es sólo cosa del fútbol: ¿cómo fueron los últimos años de vida deportiva de Arantxa Sánchez Vicario? aquel espectador que la humilló en un torneo en Las Palmas… O que les pregunten a Fernando Alonso estas últimas temporadas o a los Gasol estos últimos días, por no hablar de Vicente del Bosque, de lo que les decían a lo que les dicen, de lo que les pregunta la prensa a lo que sentencian los jueces sumarísimos de la barra del bar. Que se preparen Nadal, Marc Márquez y los que hoy todavía gozan de impoluta popularidad, porque en este país no se libra de la quema nadie. Eddy Merckx es un dios cuando entra en cualquier iglesia o mejillonería de Bélgica, aquí pasa Induráin y alguien le dirá “qué gordo está el vago este”. Severiano Ballesteros es sencillamente amado y adorado en todo el mundo, y digo TODO, a lo largo y a lo ancho. Aquí era un chico bien que ganaba al golf, torneos importantes y también muchísimo dinero, y que se casó con la hija de un banquero.

Pero así somos en esta tierra, es nuestro carácter, que diría el escorpión. Louis Van Gaal se quejaba amargamente, cuando entrenaba al Barça, de que siempre estábamos pendientes de lo negatifo. Es que el periodista no pregunta por el que ha jugado bien sino por el que ha jugado mal, no por los que juegan si no por los que no juegan. Pero el periodista no es más que el humo visible de lo que se cuece en la opinión pública. Si fulano mete tres goles, rápidamente giramos la cabeza hacia el que no ha metido ninguno. Donde hay una solución, siempre ingeniamos un problema. Ni Maradona ni George Best dejaron nunca de ser idolatrados por aficionados y países enteros a pesar de los aparatosos avatares de su vida fuera de los terrenos de juego, incluso a veces dentro de ellos. Aquí al más ejemplar le buscamos un defecto, si no son sus vicios será algún asunto fiscal, un altercado público o simplemente su carácter, que si es un soso o un borde, por no hablar de sus ideas u opiniones políticas. Y luego está nuestro indómito espíritu cainita: en cuanto se pone a tiro, le tiramos la teja.

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