Al principio de nuestro viaje jugábamos con las perspectivas e intentábamos contar cosas irónicas, pretendiendo que al final resultaran divertidas, que es de lo que se trata cuando vas de vacaciones. Pero en un momento dado todo cambió. Entonces los estados, los de ánimo y los que publicábamos en el Facebook, empezaron a ser más sentidos y más afectados. Ciertamente, desde esa fatídica tarde, la tristeza nos ha acompañado ya durante el resto de este periplo por tierras gallegas, pero hay que decir que también lo ha hecho la rotunda “calidade” de su gente, de sus paisajes, de sus productos… No es nuevo que llevemos Galicia en el corazón, pero desde ahora la tenemos siempre ahí.
De todas las sensaciones que nos han visitado durante estos seis días, al final preferimos quedarnos con las que nos dejaron sus torres, sus mares, sus luces… y sus cielos. Cada captura que tomábamos nos dejaba alguna idea, algún mensaje, y nos daba qué pensar. Creo que pocas veces mi cámara –tan torpemente usada habitualmente- se ha expresado tan sensible, con tanta profundidad. Yo mismo me extraño de alguno de los pedazos de realidad que ha plasmado. Todos quedamos muy tocados, y de una manera u otra tenía que notarse.
La inmensidad siempre sobrecoge, pero en estas circunstancias todavía más. La mañana que siguió a la noticia amaneció rigurosamente lluviosa y gris, como no podía ser de otra manera. Pero luego el cielo abrió, y en los días siguientes empezó a dejar vistas como estas. Las clásicas de esta tierra dirán, sí, solo que esta vez, por la razón que fuera y principalmente por esa, nos fijábamos más. Entraban por la cámara, llegaban al alma y se hundían tan adentro que ya es muy difícil que algún día consigan salir. Creo que la palabra “borrar” no es seleccionable el menú.
El caso es que en cada giro que hemos dado hemos tuvimos la esperanza de encontrar, tras la montaña o el acantilado, un indicio de que la tempestad amainaba, un arco iris que destacara sobre el fondo tan oscuro y revuelto. Y aunque muy diluido, en algún momento algo llegamos a verlo. Nos queda el recuerdo y sobre todo nos quedan las imágenes, el compromiso de contarnos todo lo que vimos. El tiempo pasará, las heridas cicatrizarán o se enquistarán, pero ahí seguirán estando las torres, los mares, las luces… y los cielos.
La promesa de volver ha quedado grabada, pero sobre todo la de no fallarles. Una vez más la gente ha demostrado estar muy por encima de los que les viven por encima, ese ya es otro tema, bueno, el tema que desgraciadamente es el de siempre.