Aquellas semanas santas de recogimiento, vigilia y austeridad en los modos y costumbres. Y hasta en las palabras. Una española, grande y liebre televisión entregada a la profusa y sentida emisión de procesiones, misas, via crucis, urbis et orbe y no una, muchas de romanos. Por cierto, si alguien añora aquellas entrañables épocas, no crea que está perdido y superado por los tiempos: basta con darse a la rica programación de Telemadrid para estos días, y no echará, de verdad, casi nada de menos.
Pero nosotros a lo que vamos: los profesionales de la Comunicación también vivimos nuestros episodios muy vinculados a las tradiciones y ritos de la Semana Santa: cuaresmas, penitencias, vigilias, algún que otro calvario… son conceptos muy presentes en nuestra actividad, solo que no están ligados a una época concreta del año. Que va, están a la orden del día durante las cuatro estaciones. Como sería muy extenso describirlas todas, vamos a centrarnos en un elemento específico y característico: las procesiones. Sí, en nuestro oficio las conocemos de diferentes tipos, pasos, horarios y liturgias. Son las procesiones de nuestra profesión. A continuación, algunas de las más representativas:
– La del Santo Suplicio. Cabeza baja, gesto adusto, salen en solemne fila el director general, el director de marketing, el jefe de producto, el socio tecnológico, el ponente invitado, el partner… de la sala del hotel donde se celebró la rueda de prensa a la que asistieron un periodista y un fotógrafo. Inmaculadas las 28 de las 30 sillas, intactos 146 de los 150 canapés, sin estrenar el rack para audio de teles y radios que hubo que pedir con entusiasta urgencia en un febril ataque de optimismo. Detrás de todos, el penitente –el responsable de PR, claro- rumia su destino –“pero si me habían confirmado 18…”– y se dispone a afrontar un voluntario ayuno: no va a tener ganas ni de ir a comer. Esta procesión puede ser común en diversas ciudades de España, el que escribe conoció una muy “bonita y singular” en Las Palmas.
– La del Divino Cautivo. Qué tendrán esos días en que todos se acuerdan de ti. Si tienes seis jefes, los seis se han pasado por tu mesa para encargarte un informe, para involucrarte un nuevo proyecto, para servirte una patata caliente y allá te las apañes; si tienes siete clientes, los siete te han llamado para para cambiarte los planes, para cuestionarte una propuesta, para pedirte que les despejes sus eternas dudas; si tienes ocho personas a tu cargo, las ocho te vendrán con un problema, con un dilema cuando no con un puro sudoku, con una crisis de identidad. Reconoces y admites tu rol imprescindible, pero a veces sientes el irrefrenable deseo de convertirte en mueble. Sin saber todavía, claro, que todo en esta vida llegará…
– La de “María Santísima, que salga…”. Todos los días, según enciendes el ordenador, ritual de máxima atención a las alertas de Google, a los e-mails de las empresas de seguimiento, a los boletines on line de noticias… ansiando asistir a la revelación de que ya han publicado esa noticia que tanto se está haciendo de rogar, que te aseguraron que hoy, que vaya pues tampoco, que mira que te estás jugando el cuello… La ceremonia diaria como el angelus, en algún caso nos consta que se ha venido repitiendo durante un año entero… o hay quien se ha quedado así esperando…
– La del Via Crucis. Se llamaría así esa mañana o tarde de reuniones en la sede del cliente eternamente insatisfecho que lo pide y lo quiere todo. De sala en sala, entre miradas escrutadoras, pasando lo más deprisa posible y sin hacer ruido por delante de los despachos con cuyos habitantes no tocaba verse, pero que disponen de certeras antenas e implacables salen a tu paso para expresarte sus plegarias: “¿Oye, qué hay de lo mío?”, “Mira, tengo que contarte un tema…”, “Aprovechando que has venido…” cuando no la desdeñosa“Hombre, dichosos los ojos…”, eso sin contar la latente amenaza de que en cualquier momento irrumpa el jefe del Gran Poder y te aplique una de sus penitencias favoritas. Son días, o mejor dicho empresas o departamentos, en los que se hace muy largo y muy penoso cruzar de costa a costa.
– La de Executive el Pobre. Más que una procesión, consiste en una sucesión impenitente de llamadas, durante una tarde entera, buscando primero entusiasmo, después atención, luego misericordia y finalmente un poco de cariño por parte de esos insensibles periodistas que no se avienen a publicar, muchos si quiera a escuchar, la estupenda noticia del último contrato de tu cliente para suministrar bolis con sistema operativo Android a Perfumerías Núñez. Circula esta triste imagen de medio en medio, de redacción en redacción, y termina deambulando por los limbos de las llamadas en espera.
– La del Silencio. Con paso doliente, hondo y pesado, los directivos y ejecutivos de la cofradía del new bizz salen de la presentación a ese posible nuevo cliente –o existente y presuntamente satisfecho pero que está “valorando otras opciones”. No es ya que el director general “no haya podido asistir” y luego se le han cruzado a la salida; no es que el director de marketing se pasara la reunión dándole al guasap, no que el de Comunicación respondiera con miradas huidizas. Todo puede ser pura táctica. Pero la pedorreta que sonó justo en el momento de presentar el presupuesto… Por no decir la carcajada que se escuchó nada más cerrar la puerta… no parecen los mejores indicios, la verdad.
Existe otra versión que nos muestra a los mismos cofrades saliendo de las oficinas del cliente absortos en los pensamientos que les han dejado las palabras del director general en la reunión de planificación recién mantenida: “señores, creo sinceramente que esta nueva iniciativa que presenta la compañía es un tema para salir El País”. Y claro, nadie se ha atrevido a decirle ni “mu”.
– La de la Soledad. Reunido el Comité de Dirección, te das cuenta de que ya no es el tuyo. Lo publicado en los papeles ahí está, en el centro de la mesa, no te han saludado al entrar, el presidente ni te mira; no te han dado baza para explicarte, hasta tu mejor valedor evitó sentarse a tu lado. Y levantada la sesión todos esos centuriones desfilan ante ti como si ya no existieras. Estás muy solo y tu suerte está echada, sólo es cuestión de días que vengan a tu despacho a cantarte la saeta.
– La que va por dentro. Emocionados, con la cara hinchada de ilusión te saludan, te abrazan y te agasajan los directivos de la flamante compañía que va a hacer su sonada presentación en sociedad. Se han puesto sus mejores galas, se han preparado y aprendido ampulosos y hasta emotivos discursos. Tú eres para ellos el genio de la lámpara que les va a conceder el deseo de ser por fin famosos, paso previo al éxito y la gloria. Solo que tú eres también el único que sabe que su pera limonera es en realidad una mortadela fashion que no te la ha “comprado” ni el tato. Tendrás que buscar el mejor momento para decírselo… muy despacito.
– La de Los Dolores o del Desolado Retiro. La más dramática sin duda, la de todos los amigos, conocidos, admirados o que simplemente te suenan de nombre, que cada día te enteras que pasan a la reserva, con la esperanza de que al menos se activa, pero con la inevitable sensación de que tales tiempos y tales prácticas desactivan cualquier expectativa.
– La de Medinaceli de los becarios. Saliste a una reunión que te mantuvo fuera de la oficina toda la mañana. Desconectaste el móvil para poder centrarte bien en los temas, pero a la salida olvidaste encenderlo. Cuando regresas y corres a tu mesa –o despacho- con cien cosas en la cabeza pugnando por ser la primera que vas a hacer, allí te los encuentras entre ávidos y asustados con sus ojos de carnero, esperándote para salir del lío en el que se han metido. Miras a lo lejos y divisas al último, que debe hacer el número 17, les ves la carita y ya sabes que ese es el único que no viene a pedir ayuda o redención, sino a darte la noticia más importante del día. Y no le puedes colar… Pero cuánto les quise siempre a todos.
Estos serían algunos de los pasos más típicos, luego la geografía y la imaginería son ricas en manifestaciones y representaciones de la Pasión del Comunicador. Por lo demás, estos suelen ser para nosotros días de descanso y desconexión, a no ser que se trabaje para US companies, claro está. En cualquier caso, a todos os deseo la mejor procesión de las posibles, esto es, la que cada uno tenga a bien elegir.