Las agencias no cierran por Navidad. Los dircom han de permanecer localizables si no en su sitio, los comités de dirección de las empresas comen con las espadas a la vista y el portátil a la vera del árbol.
Sí, yo me tuve que llevar a un grupo de periodistas a Sevilla para cubrir un evento informativo… un 23 de diciembre. Se trataba de una visita a un proyecto liderado por uno de mis clientes en colaboración con el Servicio Andaluz de Salud (SAS) en el Hospital Virgen del Rocío, y tanto el director general de la compañía como los representantes de la Junta de Andalucía no tenían otro día disponible. Había que estar allí la noche antes, y como por las fechas que eran –y dada la poca antelación con la que hubo que preparar todo- no había plazas en el AVE, hubimos de viajar en avión, con las consiguientes caras de idiota que llevábamos todos. Por lo menos nos confortamos con una buena cena –la minuta para enmarcarla-, teniendo en cuenta además que una de las periodistas se tuvo que perder la de su empresa.
Comunicar por Navidad tiene su intención, su mensaje, su oportunidad o no, pero desde luego su punto incómodo. Hablamos lógicamente de compañías o entidades que tienen otros momentos en el año para dirigirse a sus audiencias, y para las que estas fechas no habrían de ser un período especialmente activo. Si lo que vendes es juguetes, turrón, perfumes o cava, tu trabajo ha empezado en septiembre –o antes- y para diciembre ya deberías tener los deberes hechos. Si tu marca mantiene la estrategia de vincularse a eventos festivos, galas benéficas, partidos solidarios o cabalgatas de Reyes, pues es lo que te toca, pero ya lo sabías y seguro que lo haces encantado de la vida.
Por otro lado, está claro que los sucesos no eligen ni respetan las fechas, y por lo tanto una crisis puede sobrevenir en cualquier momento. Cuando el famoso Efecto 2000, los que trabajamos con empresas tecnológicas, quien más y quien menos, tomamos las uvas con el manual en la mano. Pero teníamos la ventaja de que ya habíamos visto entrar el emblemático año en Nueva Zelanda, en Asia, en Rusia… y no había pasado nada, así que muy torpes teníamos que ser aquí para que de pronto se nos aturullaran los semáforos o se bloquearan los cajeros. En cambio, las crisis desatadas por causas naturales son impredecibles, y las organizaciones que viven con ese riesgo a la puerta de su casa están siempre preparadas –o deben estarlo- para reaccionar 24 x 7 x 365. Y siempre hay periodistas de guardia a los que hay que saber responder, con todo su público detrás.
Menos defendible es cuando son las empresas las que proactivamente deciden que tienen algo que decir en esos días. A veces se trata de multinacionales americanas que jamás lo harían en su semana de Acción de Gracias, pero no tienen reparo en salir a la palestra en Navidad, Semana Santa… La cuestión es que las direcciones de los países gocen de autonomía para adaptar sus tácticas y acciones a los modos y usos locales, y puedan calibrar si merece la pena esperar a que terminen las fiestas o simplemente comunicar desde un perfil bajo. Y gestionar las expectativas. Una vez tuve que enviar una nota de prensa de una firma británica ni más ni menos que el 24 de diciembre a mediodía. Pero no había opción, se trataba de una denuncia interpuesta por otra entidad que había sido hecha pública ese mismo día, y no había otra alternativa que responder con celeridad. Al final, que yo recuerde, los medios no reflejaron ni una ni la otra, pero había que estar ahí. Más de uno que me vio en mi mesa dándole al ordenador –y no con los demás en el tradicional brindis con los jefes- se pensó que estaba enviando los últimos crismas rezagados.
Más delito tiene cuando es la propia dirección local de una empresa -multinacional o no- la que elige estas señaladas fechas para anunciar algo o para organizar una actividad para darse un baño de medios. Nuestro deber es asesorarle: por un lado, la repercusión que pueda alcanzar lo que contemos se va a ver muy mermada; por otro, la firma corre un serio riesgo de caer muy antipática a la gente. A ningún periodista –a no ser que lo tenga muy asumido a tenor de su ramo- le gusta que le convoquen un día de estos, y preferiría estar escribiendo su carta a los reyes que una crónica al uso. Desde luego, la oportunidad de la Comunicación no la debe marcar la agenda del director general.
En definitiva, para los que no vamos a cerrar, y si nos dejan, las Navidades deberían ser tiempo para organizar y organizarse; para reinventarse… y para inventar, por qué no. Eso sí, para lo que nos necesiten, estamos abiertos por Navidad.
Y aprovechando, a todos los que seguís esta página, cerréis o no, os vayáis de vacaciones o permanezcáis a pie del teclado, os deseo unos días estupendos, a cada uno lo que entienda por tal. Felices Fiestas.
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