Natalia Rodríguez y Manuel Olmedo

Natalia Rodríguez, Foto Afp (2)

 

 

Muy poco estamos escribiendo sobre los Mundiales de Atletismo. O mejor dicho, muy pocos motivos estamos teniendo para escribir de ellos. Aparte lo de Bolt, tampoco Isinbayeva, Bekele, Asafa Powell nos dan que hablar, y ya hemos pasado el Ecuador. Ni la actuación española, aunque eso ya nos lo esperábamos. Pero sí tenemos una esperanza. O dos, ambas en el 1.500.

Mañana puede ser el día de Natalia Rodríguez. Hasta ahora, no tenemos más remedio que reconocer que esta gran mediofondista no ha tenido suerte –ni tino- en la gran competición. Solía ser autora de grandes marcas en las reuniones previas, y cuando llegaba el gran evento se desinflaba. Hace dos años, en los Mundiales de Berlín, parecía que iba a despedir a todos sus fantasmas. Llegaba a la final y se sentía la más fuerte. Y quién sabe si la ansiedad, una maniobra que no le hubiera hecho ni falta, una caída de una atleta etíope que ella misma sabía que se iba a caer… en todo caso el mayor error de Natalia, lo que la condenó, fue entrar en meta primera pero llorando. Asumía así, a ojos de todo el mundo y por supuesto de los jueces, que algo había hecho y que merecía ser descalificada. Otra con más descaro y más oficio se hubiera ido a celebrar su victoria sin darse por aludida, y a lo mejor eso hubiera enterrado la liebre de cualquier duda, en vez soltarla. El año pasado, en los Europeos de Barcelona, llegaba también la gran favorita, a lo mejor no andaba tan fina, el caso es que se atascó en la recta final, vio a Nuria Fernández emerger con garra y hubo de conformarse con el bronce, que sin duda le supo a poco delante de toda su gente. Ahora tiene de nuevo la oportunidad. Está de nuevo en la final, parece haber llegado en el momento dulce de la temporada en la cita más importante –algo tan difícil- y se sabe la más fuerte. También sabe que va a correr con toda la presión, pero a ver si esta es la suya. Yo espero que sí.

Manuel Olmedo, foto Efe Presión que no podemos cargarle de ninguna manera a Manuel Olmedo. Por maneras y condiciones, tenemos por delante a un mediofondista impresionante, a la altura de lo mejor de nuestra gran tradición. Pero no es su momento todavía, o no tiene por qué serlo. El 1.500 masculino –la carrera de las carreras para el que escribe- ha derivado en los últimos años en una prueba un tanto impersonal. Ya no hay monarcas como El Gerrouj, Morceli o los de antaño –Auita, Coe, Ovett, Cram…- en cambio la gloria, el podio y hasta un puesto en la final se antojan más difíciles que nunca. Porque domina la distancia una legión de visires, vicevisires y emires africanos del Cuerno, magrebíes –además de africanos y magrebíes nacionalizados por otros países- entre los que es complicadísimo colarse. Entonces la nómina de candidatos es tal que desmoraliza a cualquiera que llegue nuevo y más si es europeo. Entre todos, sólo dos se han colado entre los diez mejores de la historia por marcas –los kenianos Kipchirchir Konen y Kiplagat– aunque el primero es ya veterano, en cambio el segundo se instaló el año pasado, bajando de 3.30, y esta temporada lleva los dos primeros registros mundiales, eso sí ambos por encima de esos tres minutos y medio que separan la super-élite de la élite. El tercer keniano, Kiprot, empieza a perfilarse como la eterna promesa, se le lleva esperando desde los Juegos de Pekín, pero nadie ha dudado nunca que es muy bueno. Y luego están los etíopes Gebremedhin y Mekonnen, el marroquí Laalou y sí, un blanco, el neozelandés Nicholas Willis. Sin contar con las sorpresas que casi siempre saltan en una prueba hoy más abierta que nunca.

Demasiado como para plantearse algo serio, como para exigirle al sevillano mucho más que estar en la final. Pero si alguien puede dar la sorpresa es él. Por su calidad final, su cambio de ritmo poderoso, un arma valiosísima si se da una carrera táctica y si tiene la suficiente habilidad –que no experiencia- para colocarse bien. Le achacan que no tiene marca, de hecho este año, con 3.34.44, es el treinta y tantos del ranking y ni siquiera el primer español. Eso quiere decir que si la final sale por debajo de 3.33, se puede despedir. Pero siempre existe la posibilidad de que no sea así, y entonces sus enteros subirán. Fermín Cacho tampoco tenía acreditada marca de relumbrón cuando se proclamó Campeón Olímpico en Barcelona’92. Y no fue hasta 1997, cinco años después y a punto de iniciar su declive, cuando firmó esos 3.28.95 que siguen siendo récord de Europa y le mantienen como quinto de la historia. Lo dicho, a Manuel Olmedo no se le puede exigir nada, excepto que entre en la final. Pero tampoco le vamos a negar nada de antemano.

Y a ver si estos Mundiales se animan, que están resultando grises como dicen que es la ciudad donde se disputan.

3 Comentarios

  1. Más que grises un poco negros, porque yo no he visto nada, bueno es que no se puede ver nada a no ser que tengas eurosport creo.
    Porque el otro día pregunté aquí donde los echaban y siguen dando crónicas del mundial pero no me dice nadie en que canal los echan. En los de siempre para nada seguro. Así que vaya una mierda gorda.

    1. YA VEO ABSURDO ANDAR POR LOS CAMINOS DE UNA CIUDAD A OTRA HABIENDO COCHES……… COMO PARA ENTENDER A ESTA GENTE DANDO VUELTAS Y VUELTAS A UN TARTAN ROSA…… QUE LOQUISMOS ESTÁN…… Y ENCIMA A VER QUIEN LLEGA ANTES, SIN PARADAS TÉCNICAS NI NADA….. LO DEL ATLETISMO ES UNA TONTA PERO QUE MUY GORDA…..

      1. Ya te he felicitado por teléfono, pero también lo hago por aquí y así se entera el personal. Que eso que muchas felicidades y deja de cumplir que estás muy joven.

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