Carl Lewis, ¡pero tendrá cara…!

Carl Lewis En tres días comienzan los Mundiales de Atletismo, que este año nos pillarán bastante a deshora porque se disputan en Daegu, Corea del Sur, 30 horitas le ha llevado el viaje a la selección española. Ya sabéis que nos gusta darle cobertura y traeremos a esta página lo que nos llame más la atención. De momento, uno que ha dado la nota, bueno, que se resiste a dejar de darla. Carl Lewis se niega a aceptar que Usain Bolt corre más rápido que lo hizo él y todo ser humano hasta ahora. Porque duda de que su trayectoria sea limpia, “el juicio todavía está pendiente”, dice. ¡Pero tendrá cara…! El Hijo del Viento ha sido uno de los más grandes atletas que se haya visto sobre el tartán y en los fosos. Un prodigio que ganó nueve oros olímpicos –cuatro consecutivos en Salto de Longitud. Y sólo tuvo verdadera mala suerte con los records, pues en los 100 y 200 casi siempre convivió con alguien más veloz en el ranking; y después de toda una carrera tras los los 8.90m de Bob Beamon, años logrando el segundo, el tercer, cuarto y hasta no sé cuantos mejores saltos de la historia, el mismo día que lo bate por un centímetro, en los Mundiales de Tokio, llega otro compatriota, Mike Powell, y salta 8.95m. Con todo, un atleta impresionante. Pero mientras competía a aquel gran nivel, no paraba de criticar y denunciar que los demás se dopaban, fundamentalmente los que alguna vez le ganaban. Se salió con la suya con el caso Ben Johnson. Si hubiera sido una persona íntegra, debería haber renunciado al oro que le cayó en gracia en Seúl. Después de entrar mirando con cara de bobo al que le ha sacado dos metros en la meta, habiendo hecho encima la que entonces era la mejor carrera de su vida, no se puede tener valor luego para colgarse esa medalla. Porque se presume que él tampoco iba limpio, ni seguramente ninguno de los ocho finalistas que allí competían. Así pasó lo que luego pasó con Linford Christie. Y con Dennis Mitchell. Carl Lewis nunca dio positivo de forma oficial, pero años después salieron acusaciones muy fundadas de que el Comité Olímpico de Estados Unidos había encubierto numerosos casos de dopaje, suyos y de otros deportistas, entre 1988 y 2000. Los Juegos de Seúl se celebraron en 1988. También se ha dicho que al Príncipe de Asturias de 1996 –no vino a recogerlo- han tenido que cambiarle varias veces su prominente mandíbula porque se le caían los dientes por efecto secundario de haberse tratado con hormona de crecimiento. Soy de los que piensan que la mayoría de los deportistas que conscientemente consumen sustancias prohibidas –mientras no se trate de burradas extremas y aberrantes- no lo hacen estrictamente por trampa sino más bien por supervivencia, por estar al nivel de exigencia que se les pide, y no tienen otra. Y en realidad nadie ha terminado demostrando oficialmente esos positivos presuntamente encubiertos. Por lo tanto, el margen de la duda se le debe dejar a cualquiera y a Carl Lewis también, por estrecho que sea. Pero ya haría bien en estarse callado.

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