Voto de castigo, ¿a quién?

Nos dicen que es un voto de castigo. Que el crecimiento de los partidos extremistas y de estos líderes que parecen personajes de novelas de terror -la realidad siempre supera a cualquier ficción- se debe al hartazgo de una masa de ciudadanos que no ven salida por otras vías. Un castigo a los partidos y líderes de toda la vida, que les han defraudado y no han sabido solucionarles sus miserias ni sacarles de su depresiva situación. Fundamentalmente, la derivada de la llamada Gran Recesión -también podríamos llamarlo el gran saqueo especulador-, que apeó a millones de ciudadanos de todos los países de la ahora añorada clase media. El problema es que, aparte de en efecto castigar a aquellos a los que culpan de su mala vida, cabe pensar, a la vista de los planes que proponen estos sujetos, que en realidad se están castigando a sí mismos. Que están elevando a quienes les van a procurar una vida peor.

Vemos lo que hacen, oímos lo que dicen estos estrafalarios que dicen traer ideas nuevas para sus países y para este mundo -en realidad son viejísimas- y podemos entender que haya quien se identifique plenamente con sus soflamas, se sienta representado y los apoye con devoción. Pero en otros muchos, la mayoría, con perdón, es difícil de entender. Todo afecto y todo voto es legítimo, eso ni se nos ocurre cuestionarlo. Pero también es legítimo preguntarse. Y podríamos inquirir qué pasa por la cabeza, el alma o el hígado de un parado argentino, de un jubilado francés, de un empleado de una fábrica de Detroit, de un enfermo crónico italiano, de un camarero madrileño, de un emigrante en Cataluña… Puede ser comprensible su indignación y su cabreo. Pero no sé si se habrán parado a pensar que esos a quienes desean aupar al poder, suelen o pretenden ir de la mano precisamente de los que hicieron mucho para arrojarlos a su actual situación.

No es sorprendente que Milei u otro de estos machotes -o machotas- vengan y consigan reunir a una nutrida representación de empresarios. Me creo al presidente de la CEOE cuando dice que no están a favor de ningún extremismo, ni de derechas ni de izquierdas. Es cierto que lo que más interesa a los empresarios es la estabilidad, que la política no de más tumbos de los justos. Pero no podemos negar que lo que escuchan en esos eventos les suena bien. Se les habla de bajar o suprimir impuestos, de minimizar el papel del Estado, de barra libre a la iniciativa privada, de liberalismo económico a la máxima potencia… esa música les mola. En cambio, si les hablaran de un mayor control del estado, de modelos productivos planificados, de racionalización de los beneficios… entonces no irían al concierto.

Pero cuando no hablamos de empresarios ultraliberales ni de grandes fortunas ni de ‘gente de bien’ de apego reaccionario, algo no cuadra. Cuando pensamos en ciudadanos que no podrían pagarse una hospitalización ni ciertos tratamientos médicos, que no pueden ni plantearse llevar a sus hijos a un colegio privado, que trabajan diez horas y seis días a la semana por mil euros, jóvenes que ni sueñan con una vivienda ni siquiera digo digna, jubilados cuyo poder adquisitivo mengua… No sé, honestamente, qué futuro ven en este tipo de proyectos. Algo no funciona bien. La comunicación hace mucho, no hay duda. Los mensajes les llegan muy bien dirigidos, potentes y bien amplificados. Pero me niego a pensar que sea sólo eso.

La intoxicación, la desinformación y la falsedad están ahí, pero para que triunfen y florezcan, necesitan terreno abonado. Y donde mejor lo encuentran es en la incultura. Por ejemplo, no puedo aventurar lo que sabrán muchos italianos, alemanes, franceses, argentinos o brasileños de la Historia de sus países. Pero sí conozco a muchos españoles, madrileños para más señas, que saben muy poco de la nuestra. De todas las edades, no es cuestión de jóvenes o mayores. De diferentes niveles educativos, estatus profesionales y poderes adquisitivos. En general, andan muy peces en la historia reciente y en la ancestral, en la que cuenta nuestros tiempos más floridos y los que nos deberían servir para aprender.

Si, españoles que citan de memoria a los Reyes Católicos, pero desconocen mayoritariamente los hechos históricos que protagonizaron. Saben que fuimos un imperio, que tuvimos a Carlos I y a Felipe II, pero poco conocen de sus logros y fracasos. Celebran la Guerra de la Independencia y nuestra rebelión contra los franceses, pero desconocen por qué vino todo y qué sucedió después. Algo sí, pero poco de nuestro convulso siglo XIX, de los “reinados estupendos” de Fernando VII o Isabel II. De nuestra abrupta primera mitad del XX, por qué y quiénes proclamaron la II República, que sucedió realmente durante esos cinco agitados años, cómo se desencadenó la Guerra Civil… y tampoco crean que se saben al dedillo la Transición. No. La mayoría recita las letras grandes, pero no el guion básico de los hechos, no digo ya los detalles más exhaustivos. Y cuando uno no se sabe esas lecciones, llega el primero con cualquier relato, sesgado por una banda o por la otra, y se la cuela fácilmente.

En fin, no soy yo quién para ponerme a interpretar los pensamientos de quien vote a Meloni o a Trump, a Bolsonaro y Orban, a los fachas españoles o a los neonazis alemanes, al Frente Nacional francés o a la ultraderecha neerlandesa. Claro que también hay extremismos de izquierda, pero van en retirada, algo habrán hecho muy mal o algo no habrán sabido transmitir y que se les entienda. A los otros sí se les entiende y muy bien, en cada país según sus circunstancias y su folklore. Otra cosa es creerlos. Y mucha gente los cree. Van a ir a votarlos en masa, sí, en las europeas, esas elecciones ‘menores’ que para tantos pasan inadvertidas. Para ellos, no. Van a dar un soberano voto de castigo a los viejos partidos sistémicos, al tiempo que se van a dar la puntilla ellos mismos y nos la van a dar a todos los demás. A sus idolatrados, se la dejarán botando para perpetrar lo que les venga. Y esto está pasando esta vez, pero ha pasado otras veces, en nuestra historia y en la de otros. Si pasamos de aprendérnosla, así nos irá…

(Foto: webandi)

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