No es Serbia un país que destaque por importantes relieves orográficos, su mayor cota apenas supera los 2.000. Pero sus mayores y más conocidas cimas residen en las cordilleras del deporte. A todos nos suenan sus nombres. Picachos que se levantan solitarios e imponentes o grandes macizos colectivos, desde hace ya años rara vez se les echa de menos en las grandes alturas. Ayer sólo les faltó ganar la final del Europeo de Balonmano, que además jugaban en Belgrado, para completar una jornada de fiesta nacional. En Eindhoven se proclamaron campeones de Europa de Waterpolo. Y en Melbourne, Rafa Nadal intentó escalar la montaña que más se le resiste desde hace un año. Sí, Djokovic ha crecido en este tiempo hasta erigirse en una formación pétrea, sólida y demasiado abrupta para el que osa atacarla. El de Manacor traía mucha mejor pinta que en anteriores expediciones, los anclajes más sólidos, cuerdas más pesadas, a quien más y quien menos ha sorprendido relativamente su rendimiento en este Open de Australia, y después de dos ediciones cayendo en cuartos, esta vez se plantaba en la final después de salvar collados peligrosos como Berdych y en semis todo un ocho mil como Federer. Pero ante sí tenía ese K-2 en el que se ha transformado el serbio. Y ya se sabe que la montaña es bella, majestuosa, pero traicionera. Parece como si todas las inclemencias del tiempo, de la red y de las líneas se pusieran de su parte, y en realidad es que te sientes impotente. Cuando parece que avanzas metros, te desesperas porque de pronto sus paredes crecen y no ves el final. Nadal fue capaz de soportar y superar todas sus crisis, vivió al borde del precipicio, renovó energías, tomó oxígeno en el final del campo base 4 y vio la cúspide más cerca que nunca. Pero cuando se aprestaba a hollar la cima, un pequeño resbalón resultó fatal y le alejó otra vez de la ansiada gesta. Djokovic es de goma, y cuando parecía más abatido y dubitativo, resurgió de si mismo y se levantó otra vez pletórico, intratable. Imposible de conquistar otra vez. Después de cinco horas y cincuenta y tres minutos, Rafa se quedó esta vez a las puertas, a un golpe de riñón, exhausto en el intento, y para más castigo aún hubo de aguantar la interminable ristra de discursos de los que habían presenciado el espectáculo desde sus plácidos asientos. Su rival también hubo de esperar, pero a él no le importaba, las montañas no sienten ni padecen, y menos si han ganado. Será cuestión de seguir intentándolo, el alpinismo es cosa de gente valiente y constante. Y el tenis, por supuesto.
Montañas de Serbia
No lo ví, me lo perdí. Yo estuve en otra montaña pero en lugar de esclarla íbamos descendiendo a ritmo vertiginoso y esperemos que no nos la demos del todo. El Graná nos dejó helados y mirando mucho para abajo.
Pues yo tampoco que si no pagas estas cosas no las ves….. ¿No había una Ley de no se qué del interés general????? Pues imagino que fue muy potito y emocionante…. pero 6 horas ya es demasié…… Y en fútbol esperemos que el atlético hoy gane al Osasuna y tengamos un nuevo milagro Simeone…. ahora que el barsa va de bajada, el Madrid se va a encontrar con un nuevo Atlético y no va a ganar nada en otros tres años o más……. De ilusión también se vive…….