Steve, desde mis Jobs

Steve Jobs

Yo no voy a contar ya nada nuevo sobre Steve Jobs, estaría bueno. Me queda haberlo visto desde mi ventana, o mis ventanas, desde los distintos sitios, trabajos y ocupaciones desde donde me tocó asistir a su epopeya. La primera vez que supe de Apple fue en enero de 1990. A mí, la verdad, lo que me sonaba era el sello discográfico. Y esa mi primera noción se iba a resumir en que era el enemigo. Debutaba en mi primer trabajo como periodista informático y esa empresa no hacía publicidad en mi revista, no la contemplaba en sus planes de medios. Por lo tanto, el jefe decidía que los buenos para nosotros eran Compaq, Tandon, a veces HP y a veces IBM, ah y una jovencísima Microsoft, cinco o seis empleados en España. Pero la manzana arco iris era proscrita. No andaba ya por allí Steve, eran los tiempos de John Sculley, el hombre que había reflotado Pepsi y se proponía hacer lo mismo en este nuevo barco, para lo que decidió que era necesario echar por la borda al fundador. La primera vez que llamé al director de Comunicación que todavía hoy lo es, Paco Lara, fue para preguntarle por unos despidos, creo 10.000, que habíamos leído en la prensa americana, preparaba una crónica un poco mala baba, lo confieso. Correctísimo, me remitió el comunicado oficial de la compañía. Pero no sólo eso: me incluyó en su base de datos y desde entonces recibí todas las noticias y fui convocado a todas las ruedas de prensa de Apple. Algunas memorables. Como año y medio después, yo ya trabajando en otra revista, ese mismo Dircom hablaba a un corrillo de periodistas, entre los que me encontraba, recién terminada una rueda de prensa en el Hotel Santo Mauro: “os digo que en esta casa todavía hay mucho de Steve Jobs”. En septiembre de ese mismo año usé por primera vez un Macintosh. Y eso ya fue como otra vida.

Cinco o seis años después, me tocó volver al PC con Windows. Y no sólo eso. Empecé a trabajar para Microsoft. Desde ahí vi los siguientes años. Aparte de que siempre se le ha recordado y se le recordará por el estrambótico despido, a la estrategia comercial y de marketing de Sculley no le faltaba coherencia en principio. El problema de Apple no era tecnológico, ni mucho menos, sino de mercado. En aquellos prodigiosos años ochenta de pioneros y conquistadores, cada uno había tenido que navegar por el desierto y sin GPS. Por lo tanto nadie estaba seguro de acertar. Steve apostó por que todo el ORO encontrado en aquella mina de Palo Alto y despreciado por Xerox, sirviera sólo para dar brillo e inteligencia a sus máquinas; Bill Gates pensó que era mejor licenciarlo y que muchos lo pudieran refundir y aprovechar. Y los hechos le habían dado la razón a éste. Apple se había enquistado en una élite cerrada, encasillada en las artes gráficas, donde eran imbatibles. Entonces la idea era acercarla a más gente y más tipos de clientes, ensanchar la gama, ofrecer modelos más básicos y baratos junto a sistemas de alta potencia y vocación empresarial. Alianzas con Digital o la muy sonada con IBM. Y en buena parte consiguió aumentar su mercado. Lo malo es que perdió parte de su magia, Apple empezó a no ser tan diferente. Pero la verdadera puntilla se la dio el primero número dos de Sculley y en seguida sucesor, Michael Spindler. Este alemán de anchas espaldas decidió volcar todo el esfuerzo innovador de la compañía en una nueva tecnología, Newton, que no eran otra cosa que unos prometedores PDAs, más o menos como los hemos conocido años después, solo que el mercado no estaba todavía para esas virguerías. No sólo no vendió PDAs. Dilapidó casi toda la ventaja tecnológica que atesoraba Apple frente sus seguidores. Y la hormiguita Microsoft ya tenía listo su Windows 95. No era Mac, pero ya conseguía parecerse, después de años intentándolo. Y podías trabajar con infinidad de aplicaciones más. Por ejemplo: el mejor programa que se conocía entonces para hacer periódicos, revistas y libros, QuarkXpress, salió en los ochenta como una aplicación natural para Mac; en 1991 sacaron la versión para Windows; en 1996 ya sólo funcionaba en un PC. No era el continente, que dirían los británicos, era el Macintosh lo que estaba aislado. A Spindler lo echaron con cajas destempladas, Gilbert Amelio no resolvió gran cosa. En esa casa parecía no haber ya nada de Steve Jobs… Así que la única solución era que volviera Steve Jobs.

El resto de la historia ya se la saben. Como que a Steve le cundió mucho su etapa jobless. Lo de Pixar fue una apuesta arriesgada que le salió de cine, nunca mejor dicho, él no hizo Toy Story pero cierto es que sin él y su dinero no se hubiera podido hacer. Esos son los riesgos que merecen fortunas. En cuanto a NeXT, puede decirse que fue un éxito de crítica, no ciertamente de público. Pero bien que aprovechó todo lo sembrado en su vuelta a la Manzana que ya dejó de ser arco iris y se vistió de Donna Karan. Todos tenemos en mente de esta última y espectacular etapa esos nombres que se han convertido en concepto y referencia de lo que hacen –iMac, iPod, iTunes, iPhone, iPad…- pero que nadie olvide que Apple sigue vendiendo Macintosh, muchos, y siguen siendo parte esencial de su negocio. Y sobre todo haciendo excelente Software, que siempre fue su gran diferenciador, aparte del diseño. Porque el cacharro puede ser muy potito, pero si no te hace levitar cada vez que se enciende, y sobre todo cuando ves todo lo que consigues con él, no sería lo mismo.

De Steve Jobs nos queda una vida de novela, redonda. Sí, achatada por su muerte tan temprana. Pero si acaso, eso incluso la hace más redonda. Como la de John Lennon quizás. Entonces, ¿Bill Gates será como Paul McCartney? Pues lo miras y no le faltan paralelismos al asunto. Sin embargo hay sustanciales diferencias, no se crean. Y ojo, el verdadero fan de los Beatles fue Steve, que conste. Sea como fuere, ahora nos preguntamos cómo lo recogerán y tratarán los libros que leerán los niños de otro siglo. ¿Como Newton, Galileo o como Einstein, como Thomas Edison o como Benjamin Franklin -que por cierto inventó mucho más que el pararrayos que nos contaban? Hay quien aventura que como a Leonardo da Vinci, otros lo ven exagerado… El tiempo dirá. Lo que por ahora puede decirse es que el mito ya queda entre nosotros y nos va a acompañar todos los días que nos toque vivir. Y que el bueno de Paco Lara podrá seguir diciendo que “en esta casa sigue habiendo mucho de Steve Jobs”. Que sea por muchos años…

P.D. 1. Con toda la verborrea, tinta y pantallas que se han vertido estos días, muchos opinan, todos se sienten con poderío para decir algo, y claro, tanta boca se equivoca. Por ejemplo: el domingo, en el programa A vivir que son dos días de la Cadena SER, se afirmaba con toda impericia que Jobs también cometió sus errores –pues claro- y ponían como ejemplo los famosos Newton –pues no, ese bien ha podido ser el peor de la historia de Apple, pero no fue suyo. Y en fin, otras cosas que leo por ahí… Yo prefiero dejaros con una semblanza a la altura de la ocasión, escrita por una de las periodistas que en España pueden presumir de saber más del personaje Steve Jobs, el revolucionario que además vendía. Carmen Jané, El Periódico. Desde luego, la que más sabe en El Periódico, pero mira que la crónica en papel decidieron encargársela a otro. Así son a veces los “entrenadores” que juegan a “entrenador”.

Y os dejo también con esta obra de arte de viñera, muy circulada ya por la Red.

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P.D. 2. En este artículo ha salido un buen número de nombres de genios. Eso será buena señal.

1 comentario

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