Uno de esos días

Es la historia de un día duro, ya lo iba a ser de por sí. El indecente madrugón no te ha dejado enterarte de nada, no había pasado cuando pusiste la radio. Bajado del avión, bajado del taxi, apurado un desayuno en un Bra Café, conectas con el mundo y te dan la noticia. Espera un día duro, tienes que concentrarte y evitar pensar más allá, a pesar de todo. No es difícil. Precisamente él nos enseñó a hacer grandes cosas pero que además nos permitieran hacer otras muchas después. Casi como si el arte hubiera alcanzado el don de la simultaneidad, casi sin darte cuenta, sin tener que recurrir al acontecimiento, su nombre sale con toda espontaneidad. Como si lo nombráramos cada día. Porque realmente era así, ¿cuántas veces al día en todas las conversaciones que se entablan en todo el mundo? Pienso dónde habré aprendido todo lo que estoy intentando enseñar hoy, y caigo en la cuenta de que también en esto le debo. Y no poco. Terminada la sesión, me doy cuenta de lo cansado que estoy. Busco un taxi, busco mi hotel, pero decido parar. Una sombreada terraza va a ser el sitio donde vamos a parar el mundo un rato. Donde vamos a iniciar otra sesión. Una Voll Damm reparadora, mirada al cielo con el primer trago. Gracias, Steve. Por todo.

Estoy tenía que haberlo escrito ayer. Pero fue un día muy duro. Uno de esos días…