Anda, ¿pero dónde está mi entrevista?

Anda pero...

 

 

Cuando estudiábamos Periodismo, nos enseñaron que existen dos tipos de entrevistas en medios: 1. Las personales, en las que el protagonista es el personaje y/o la entidad a la que representa; 2. Las de actualidad, que se realizan al hilo de un hecho noticioso a fin de completar y enriquecer la información, luego el protagonista es el hecho en sí.

Nos referimos aquí al segundo caso. Y partimos, claro, de que no todo el mundo ha estudiado Periodismo. Cuando el periodista se enfrenta a una noticia, por lo general se las ingenia para abordarla de la mejor manera. Y aparte de las fuentes oficiales y de primera mano por las que le llega la información, busca otras fuentes. Indaga en Internet, busca otras noticias publicadas con anterioridad sobre el asunto y, en la medida que tenga tiempo, recurre a interlocutores que contrasten, maticen o corroboren esa primera información. Entonces tira de agenda. ¿Quién me puede hablar de esto? Este experto en política internacional; este abogado prestigioso; este profesor de Universidad; este blogger de moda; esta asociación; esta empresa o este directivo (qué bueno, amigos, estar en esa agenda); ese pesado que siempre te llama para contarte sobre ese tema y justo ahora te acuerdas de él. En fin, recurrirá a quien más, mejor y con mayor autoridad le pueda contar sobre el asunto, a fin de ofrecer una información rica y contrastada para que el lector pueda hacerse un buen mapa de situación (1). Contactará con ellos, les preguntará por teléfono o, lo más habitual hoy, les enviará un breve (por favor) cuestionario por e-mail.

Pero luego está el otro lado de la historia, el del entrevistado. Es que en este caso habría que decir mejor el “consultado”. Como no ha estudiado Periodismo y no tiene por qué saberlo, y si no está bien adiestrado en este asunto –por un dircom o por una agencia como es debido-, se puede crear falsas expectativas. “Me van a entrevistar en El Hundo, en El Pis Pis o en TeleParir”. Y pone en guardia a todo su entorno, hasta a su familia. Y se lo prepara a conciencia, le envía la foto al periodista, o un book de fotos, le envía hasta su curriculum, ¿y cuándo dices que sale? Claro, no sabe que el periodista lo que busca es material para su historia, que ha hablado con él y tal vez con otros cinco o seis más, posiblemente también con su competencia. No sabe que que al periodista lo que le interesa no es él y su circunstancia sino justamente lo que le puede aportar en ese momento. Luego compilará todo el material, lo ordenará y tomará de cada uno lo más relevante, lo más clarificador, lo más útil para el lector. A lo mejor, de media hora de conversación, dos frases; de tres folios minuciosa y pulcramente redactados, apenas tres líneas. O a lo mejor ni eso, entre otras cosas porque vete a saber si de tanto prepararlo, revisarlo y remirarlo, cuando se lo envió al periodista a las nueve de la noche ya se había pasado el arroz y la crónica estaba más que cerrada y maquetada. Claro, entonces vienen las frustraciones. Anda ¿pero dónde está mi entrevista? ¿Pero me dice que me va a dedicar una página y me saca esto? ¿Y encima al lado de este? Por no hablar luego del complejo drama de las apostillas… Pues no, está claro que no ha estudiado Periodismo. Pero a lo mejor tampoco nadie le había avisado de que esto funciona así.

Pero tranquilos, que todo tiene solución y sobre todo en estos tiempos. Hoy tenemos herramientas para casi todo, incluso para aliviar estos sofocos. Si no te has quedado satisfecho con lo que te han publicado después del tiempo que te has tomado y de todo el saber que has transmitido, pues muy fácil: te lo publicas íntegro en tu blog y ya todo el mundo se entera de TODO lo que has querido decir, sin cortes ni apostillas. Como suele hacer Enrique Dans, aquí un ejemplo reciente. Y no sólo él, seguro. Al fin y al cabo, cada uno está en su derecho.

Enrique Dans, Hablando sobre Microsoft y Skype en Cinco Días

Cinco Días, Microsoft arrebata Skype a Google…

(1) Lógicamente, aquí nos referimos a escenarios digamos estándar, en los que se den situaciones digamos académicas, ortodoxas o ideales. Ya sabemos que a veces se contrasta lo que se puede –por razones de tiempo, recursos… – o lo que se quiere, en función de condicionantes y motivadores de cualquier índole. Pero esas ya son otras canciones.

3 Comentarios

  1. Yo hace muchos años hice una entrevista a un pez gordo del sector pesquero y me olvide poner la cassete en la grabadora…… (Para los más jóvenes, antes no había nada digital y al igual que la cámara llevaba un carrete que si enganchaba mal, o no se ponía o se velaba pues te quedabas sin fotos, las grabadoras necesitaban una cinta con su pestaña o celo intactos para poder grabar…..)……. y después de 40 minutos hablando el colega llego a la oficina y veo que no hay cinta……. de memoria escribí (lease… me inventé directamente) la entrevista completa……. Y ES LA VEZ QUE MÁS VECES ME HAN FELICITADO….. ME DIO LAS GRACIAS, ME PIDIÓ REVISTAS PARA AMIGOS Y FAMILIA… ME DIJO QUE HABÍA EXPRESADO PERFECTAMENTE SUS IDEAS……. PA MEAR Y NO ECHAR GOTA………

  2. Es que a los periodistas nos encanta poner en apuros el ego de la gente. Algún ejemplo que citas lo tiene tan, tan grande que no le cabe ni en el blog 🙂
    Las listas de lavandería de Flaubert las publicaron sus biógrafos.

  3. Efectivamente, cada uno está en su derecho, pero también hay códigos y esa deontología profesional de la que se pasa de puntillas por la carrera de periodismo. Como bien explicas, hay muchos compañeros que ejercen sin el título. Ni bueno ni malo. Es otra vía. Se pueden atender a los códigos sin la licenciatura y olvidar la deontología al terminar el curso. Cuestión de valores.
    Buen artículo y sensacional enfoque.

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