Bronca bronca…

De pequeños jugábamos a repetir muchas veces broca bronca… hasta que salía el palabro en cuestión. Ahora, repetimos muchos palabros y los engordamos hasta que tenemos la bronca. El presidente del Senado, Javier Rojo, ha hecho esta mañana unas oportunas declaraciones acerca del incidente de ayer Senado ayer, que por otro lado no es sino un botón de muestra del clima y el nivel de diálogo que observamos en estos días en este país. Clima manifiesto en nuestra clase política pero latente en muchas otras esferas más cotidianas, públicas, privadas y anónimas. Nos va la marcha. Nos va demasiado. La escenita de ayer no es inusual, y en los últimos tiempos hemos presenciado unas cuantas batallas barriobajeras en el Congreso, en la Asamblea de Madrid, en la Cortes Valencianas… Aquí una selección. Y no hablemos de la bronca mediática, que merece capítulo aparte y es la madre de todas las broncas. Lo novedoso de ayer puede ser, si se quiere, la reacción honesta e indignada del presidente de la Cámara, al que por otro lado nadie parece hacer caso. Hasta habrá quien piense y diga que ha hecho el ridículo. Se lamenta Javier Rojo de que la bronca parezca que es lo que suma, y alega que los ciudadanos “esperan más de nosotros”. Lo que pasa es que a lo mejor hay ciudadanos que justo lo que esperan es eso. Al contrario, se sienten decepcionados si un político de su cuerda -o un personaje o un portavoz del grupo o la entidad con que se identifica- sale argumentando con elegancia y respeto al contrincante. Le dicen que es un blando. Un mequetrefe. Un calzonazos. Y jalean cada vez que uno “de los suyos” sale atizando al adversario. ¿Y hablo de política? Hablo de todo. Lo que pasa es que este país tiene muchos problemas que solucionar y sí, cabría esperar otra cosa de los máximos representantes de una nación. Porque comparado con ellos, y mira que se escandaliza la gente, lo de Mourinho y Guardiola parece Góngora y Quevedo.