Esplendor en el parque

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¿En qué parque? Vayamos por partes. Creo que fue Marcel Proust el que una tarde, esperando en un paso de peatones, se fijó en una mujer que se disponía a cruzar en sentido contrario. La mujer aceptó su mirada y la mantuvo. Transcurrieron segundos eternos en los que nada en el mundo sucedió mas allá del apasionado cruce de deseos que se fraguó sin que ni el tránsito de la calle ni los metros de distancia pudieran detenerlo ni apaciguarlo. Entonces el semáforo se puso en verde, ambos echaron a andar, se acercaron, se cruzaron y siguieron su camino rumbo a su anodino pero real y conocido destino. El autor de En busca del tiempo perdido supo en ese momento que había conocido a la mujer de su vida. Y supo también que no volvería a verla.

¿A quién no le ha sucedido? En el metro, en la puerta de embarque, en una sala de espera. La temperatura sube insospechadamente y nadie puede pararlo. No hay previo aviso ni guión previsto para la repentina aventura, mutuamente aceptada, disfrutada en ese instante como si fuera el último porque efectivamente ambos saben que lo va a ser. La imaginación lo hace todo, sólo el roce visual te mantiene sujeto a la realidad para demostrarte que ese ser fugazmente deseado existe, al menos como tú te figuras que es. A veces te queda para siempre. Y nada sería igual si ese encuentro se hubiera concretado en un “hola, ¿cómo te llamas?, ¿adónde vas?, Yo soy…” porque ahí se hubiera roto toda la magia. Nada se hubiera parecido al insuperable momento recreado. Si se repitiera al día siguiente, una de las dos partes hubiera sentido la necesidad de avanzar más allá, la otra hubiera empezado a sentirse incómoda. Mejor que quede así.

En esta escena que traemos hoy pudo suceder algo parecido, si bien en este caso son dos –parece que turistas- los que se han quedado absortos en el paisaje, bueno, no en el de los árboles precisamente. Tomada en consideración la propuesta, dejado ya a la posteridad el ménage à trois, ella regresaba resignada adonde la estaban esperando. O a lo mejor, lo más seguro, no había sucedido nada, ni siquiera habría advertido –o habría obviado- la presencia de los dos mirones. Sucedió hace años, posiblemente de ese esplendor ya sólo queda el parque. Porque a lo que íbamos, ¿qué parque, en qué ciudad?

Podrá parecer que sí o que no, pero esta canción va a tener bastante que ver con el juego de hoy.

Soft Cell, Say Hello, Wave Goodbye, YouTube

5 Comentarios

  1. Yo también digo el mismo parque. Y vaya las caritas de los colegas. Deberías de haber dejado las reales para ver de verdad esas caras.

  2. desde luego el que está a la derecha es enrique con su pose manos a los bolsillos y la cara me la imagino viendo a la muchacha……. las manos en los bolsillos no se qué hacen exactamente……

    el parque pues puede ser cualquiera….. diremos High Park en Londres…… por el tipo de hierba, los árboles y la canción parecido que no igual a otra de los Beatles……

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