El buen jefe de prensa (Esta historia no tiene final feliz)

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jefe de prensa 1 Entre los jefes de prensa, los hay eficientes, animosos, vanidosos, ceremoniosos, pomposos, inexpugnables, inexistentes, virtuales, histriónicos, fiscalizadores, implacables, exitosos y hasta famosos. Muchos además son buenos profesionales. Porque hoy quiero hablar del buen jefe de prensa. Dícese –o digo yo- de aquel que consigue que la relación entre la entidad a la que representa y los medios de comunicación fluya como un chorro de aceite. En cualquier situación, cuando las noticas son buenas y cuando vienen peores. No hace falta que aparezca mucho, que dé muchas voces, que se sepa su nombre más gente de la que necesariamente tiene que conocerlo. Y esos son TODOS en la entidad para la que trabaja y TODOS los periodistas de su sector.

El buen jefe de prensa trabaja por la reputación de su entidad y quienes la componen. Por encima y por debajo. Los directivos y todos los que conforman la cadena de valor. Los portavoces pero también los que no tienen imagen pública por sí mismos. Reporta normalmente a un director de comunicación, que es quien dirige una estrategia más amplia, que comprende y toca más palos que los medios y la información, aunque este palo casi siempre es capital, fundamental. En según qué organizaciones, es el propio director de comunicación quien asume la jefatura de prensa y, por lo tanto, el grueso de las relaciones con los medios. Entonces reporta, normalmente, al director general, presidente, consejero delegado… es decir, a la cabeza ejecutiva más alta. Cada vez entran más directores de comunicación en los consejos de dirección de las compañías.

Pero sigamos con el buen jefe de prensa. Trabaja por la reputación de su compañía, en efecto. Pero sin olvidar nunca que él es periodista, como sus interlocutores, sus “clientes” al otro lado de la barra –valga el símil. Por eso sabe entenderles, maneja su mismo lenguaje y domina sus códigos, sabe qué y cómo le interesa a cada medio, conoce los entresijos y las pegas de la profesión, en cada faceta, en cada terreno, en cada empresa informativa –que a veces son como selvas, eso sí, selvas bastante menos pobladas en los tiempos que están corriendo. Es consciente de las urgencias, de las exigencias y de las limitaciones. También de las presiones.

Ante todo, el buen jefe de prensa es un facilitador. Su actitud principal es colaborar, no obstruir; ofrecer información, no ocultarla; proveer medios a los profesionales para que hagan su trabajo, no dificultarles ni complicarles la vida. A veces con infinita paciencia, siempre con buen estilo, sin discriminar ni hacer prevalecer a nadie. Si realmente es bueno, no escatima esfuerzos por dar a todos lo máximo de lo que les pueda dar. Claro que algunos medios y algunos periodistas son pozos sin fondo. Probablemente, siempre habrá algo que no les pueda dar. Y muchas veces no se puede contar todo, eso los periodistas lo van a entender, si de verdad lo quieren lo tendrán que buscar por otra vía extra-oficial. Pero si saben que ese jefe de prensa hace honestamente lo posible por ayudarles, le respetarán y hasta quién sabe si desistirán de buscar algo más. Generalmente, un buen trabajo en esta arena fortalece la imagen de la entidad, independientemente de la naturaleza de los hechos que la hagan en cada caso objeto de información.

En cualquier caso, para desarrollar su labor, tan delicada en ocasiones, ese profesional necesita siempre respaldo y reconocimiento en todos los niveles y cuadros de mando. Y credibilidad. Él, si es un buen jefe de prensa, no les va a traicionar por obtener el favor de un medio importante o por ganarse amigos en la prensa. Ellos, si son una organización consecuente y consciente de la importancia de su función, no le van a ocultar una realidad, no le van a puentear, no le van a dejar en mal lugar. Y sobre todo, van a valorar su trabajo. De verdad, no cualquiera va a saber hacerlo igual de bien.

Por lo que tengo entendido –no trabajé directamente con él pero le conozco y sí me constan referencias-, una entidad deportiva, concretamente la Federación Española de Baloncesto, ha tenido lo que se dice un buen –magnífico- jefe de prensa durante estos últimos años –que además han coincidido con los de su mejor imagen mediática, aparte los éxitos obtenidos. Desgraciadamente, los requisitos descritos en el párrafo anterior, los que no dependen de uno mismo, resultan ser con frecuencia el eslabón más débil de la cadena. Por lo que parece, a este profesional le han “reconocido” su labor colocándole por encima a otra persona que –como tan habitual es en nuestras empresas y en nuestra política- ha preferido rodearse de otros de su cuerda. Según me cuentan, el presidente, “profundamente agradecido” por los años de servicio y compromiso, se ha lavado las manos y al buen jefe de prensa le han puesto en la calle sin darle explicaciones. Además del trabajo le han quitado el móvil, en el que guardaba todos los contactos.

Creedme que, aunque esta historia termine mal y pueda parecer lo contrario, sí que merece la pena ser un buen jefe de prensa, o por lo menos intentarlo. Va por ti, Roberto.

4 Comentarios

  1. José Luis Sáez lleva varios años perdiendo el norte y este es un ejemplo más de que la FEB necesita un nuevo impulso con otros directivos.

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