Cuando fui inocente

204670_morning_paper Hace ya muchos años, las noticias parecían noticias, tú te las creías y dabas por hecho que ese titular estaba ahí puesto porque era el único posible, el que mejor explicaba lo que había sucedido. Luego supe, entre otras cosas, que muchos titulares eran así por cuestión de la maquetación. A lo mejor no sería el más explícito, pero era el que cabía a una columna sin pasar de cuatro líneas. Hace ya muchos años sabías perfectamente dónde estaba la información y dónde el análisis. Las secciones estaban bien delimitadas –no sólo las temáticas sino también las de género periodístico- y era fácil diferenciar las tres categorías de mensaje –informativo, interpretativo y de opinión– que eran como los capiteles clásicos. Incluso si éstos ofrecían intersecciones, no era complicado detectarlas. Formaba parte del estilo y de un posible juego de malabares del periodista, pero éste era reconocible, le veías venir. Muchos sabían escribir y algunos hasta muy bien. Hace ya muchos años las noticias se contaban más o menos igual según el periódico o la radio, solo que más o menos amplias, más o menos ricas o bien o peor documentadas; las crónicas ofrecían matices que te permitían sacar tu conclusión, lógicamente unos te daban unas pautas y otros incidían más en otras, pero siempre sabías dónde estabas y tenías elementos de apoyo para tomar postura, la tuya intransferible; la opinión, por supuesto, era dispar e incluso diametralmente opuesta, con eso ya contabas, pero era inequívocamente eso, opinión. Hace esos mismos años, cuando llegaba el 28 de diciembre, me compraba varios periódicos y buscaba en cada uno esa noticia verosímil en cierto modo pero demasiado bonita o demasiado exagerada como para ser cierta. Era la inocentada, inconfundible, redonda, sagazmente descubierta. Ahora miro las portadas y me pierdo. Leo las de hoy y de muchas pensaría que son una inocentada si no fuera porque ya ayer o anteayer leí sobre el tema y, lo que es peor, mañana seguirán ahí. Es que, a lo mejor, hoy las inocentadas no nos las gastan los periódicos. O mejor dicho, ya no son cosa de periodistas más bien agudos y certeros. A lo mejor ya no es cuestión de fina invención y sí de grosera realidad. Porque ¿quién nos gasta hoy las inocentadas ¿los gobiernos, la clase política, nos las gastan P.B. o E.G.P., por ejemplo? ¿Nos las espetan los banqueros o las eléctricas? ¿Nos las sueltan los jueces, la Audiencia Provincial de Castellón? ¿Nos las cuelan los grandes editores, los directores estrella? Hagan un repaso y vean. A lo mejor es que antes sabíamos leer prensa y hoy necesitaríamos un cursillo para navegar por la actualidad. Puede ser que antes éramos todos inocentes y ahora estamos demasiado maleados, resabiados, desconfiamos de todo y terminamos por no distinguir entre realidad y deformación. O que la profusión de información es tal, y tan mínimo el tiempo que tenemos para digerirla, que terminamos por ver nada más que bultos, muchos bultos incoloros y amorfos, y entonces siempre saldrá quien nos los pinte y vista para que los veamos a la manera y del color que le interesa. Y así salimos a la calle y nos damos cuenta de que cada uno paramos en un mundo distinto, enajenados, posesos de la realidad que nos creemos, de lo que es así y ya está y no nos cuestionamos por qué o si podría ser de otra manera. Viven engañados, pensamos; vivimos engañados, piensan. Y andamos por ahí con eso a la espalda ¿Y quién nos ha colgado el monigote?

2 Comentarios

  1. ¡Me encanta cómo escribes Enrique! Yo también he pensado hoy que ojalá muchas de las noticias que he leído hubieran sido inocentadas como las de otros tiempos y las encontraramos mañana desmentidas.

  2. LA MAYOR INOCENTADA DE MI VIDA DE PERIODISTA A SIDO VER CÓMO CIERRAN CNN+ Y EMPIEZA EL CANAL 24 HORAS DE GRAN HERMANO…….. VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD ENFERMA Y PATETICA Y A MI SÓLO ME QUEDA IRME A OTRO PAÍS……. A CANADÁ, POR EJEMPLO……. QUE PENA Y QUE DEPRESIÓN VER CÓMO LA SUBNORMALIDAD SE APODERA DE NUESTROS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.

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