Pues esta vez sí sabemos… Vargas Llosa

Pues mira por donde, el post anterior no solo se ha quedado obsoleto, eso ya estaba previsto, sino que hasta nos ha dejado mal y nos alegramos. Si hasta el de Mario Vargas Llosa era el único nombre que no habíamos dado en negrita, y zas. Naturalmente fue por descuido, no porque quisiéramos que fuera aún más de tapado de lo que iba. El Nobel es un premio muy políticamente correcto, y 20 años ya eran demasiados sin distinguir a la lengua hispana. Y como además se trata de sorprender, justo cuando menos sonaba como candidato van y se lo dan. Recuerdo que con Camilo José Cela sucedió algo parecido. Por supuesto nada que objetar. Un escritor potente que, eso sí, se ha vendido muy bien, se ha prodigado mucho. No ha sido, como otros, de los que huyen de la muchedumbre y pretenden pasar desapercibido, de los que parece que escriben desde una cueva o desde un monte perdido y la luz les hace daño, como si de ermitaños se trataran. Al contrario, Mario se ha dejado ver, ha ganado hasta el Planeta. Eso a veces no gusta, y sobre todo a muchos les rechaza su incursión en política, cuando se presentó y estuvo a punto de ser presidente de Perú. Esas osadías no benefician a ningún escritor, independientemente del corte de sus propuestas políticas. En todo caso, imagino que en cualquiera de sus aventuras y andanzas no ha sido otra cosa que él mismo. Desde luego no ha tenido pelos en la lengua, recuerdo cuando volvió hace unos pocos años a la Barcelona en la que él vivió en los sesenta, y sorprendió a todo el mundo al criticar que aquella ciudad entonces tan cosmopolita le pareciera ahora tan provinciana. En fin, el que se merece el Nobel es el escritor, sus tramas, su puntería social, su lenguaje fresco, intacto y entero como recién salido del horno, sus descripciones precisas aunque duelan. Casi todos habremos leído algo o mucho de él y cada uno tendrá su favorita, por cierto que tengo pendiente “La fiesta del chivo”. Sí, este año, por una vez, nos toca decir que sabemos de literatura. O por lo menos creérnoslo.