Estos días nos han llegado imágenes inusuales de Moscú, asediada por los incendios, ahumadas sus plazas y avenidas, difuminadas sus más emblemáticas siluetas. En julio suele hacer mucho calor allí, en agosto empieza ya el otoño. Hace dos años, la última semana de julio marcaba ese cambio estacional, pero este año la canícula ha sido más larga e intensa de lo normal y la Rusia enorme y boscosa no lo ha digerido bien. Eso sí, lo que me pregunto es por qué cada año los incendios salvajes en cadena la toman con un enclave en concreto: Atenas, Portugal, Galicia, ahora Rusia… Con todo, es un país de enigmas. De los días que estuvimos en Moscú –por cierto, en el Hotel Crown Plaza, justo frente al entonces cerrado Hotel Ucrania y hoy abierto como Radison Royal, que lo preguntábamos hace unos días en el post De hotel a hotel y debíamos una respuesta. Pero como decía, durante el breve tiempo que estuvimos en esta ciudad, día si y día no la Plaza Roja aparecía cerrada. Un día era porque Putin despedía a los atletas que partían a las olimpiadas, es decir, a los que presumiblemente irían a Siberia pasando por Pekín; otro por una recepción oficial a una visita diplomática; otro por… “Se busca al desaprensivo que ha entrado esta noche en el mausoleo de Lenin y ha dejado un busto de Franco colocado entre los de Kruchov y Breznev”, rezaba el comunicado apócrifo. Pues sí, misterios de difícil e intrincada resolución. Como este insólito cartel que me encuentro una mañana en el Metro. En efecto, no cabía duda de que cosas muy extrañas estaban pasando en Moscú.
Enigmas de Moscú