¿Fue ese gol el único fantasma?

Joyce Bar, unos 200 o 300 ingleses, llego justo cuando suenan los himnos en la solemne pantalla gigante. Imagino que voy a vivir un Inglaterra-Alemania en Wembley o en Anfield, pero a la media hora pienso que estoy en el estadio Luzhniki de Moscú, todos callados, pasmados, asistiendo al repaso alemán. Klose le está haciendo un nudo a los centrales, el medio campo alemán combina con soltura, Inglaterra corre hacia atrás, James podía haber evitado los dos goles. Entonces aquello se despierta, los Pross tiran de orgullo y empatan el partido en un minuto… pero no, el juez este Espinosa no es capaz de ver un balón que entra medio metro. Y la obstinada, soberbia e incomprensible actitud de la FIFA -y de todos los organismos- de seguir sin parar los partidos para ver el vídeo, ya quedan muy pocos deportes que no usen la tecnología y el fútbol, el que más pasión e intereses arrastra, se niega en rotundo. Bueno, en realidad Inglaterra marcó el gol que no hizo en 1966. Creo que al cambio sale ganando, aquel le valió un Mundial. Eso sí, Capello ya tiene coartada. En la rueda de prensa sólo habló de ese gol, para él fue lo más importante que sucedió en el partido. Listo este Fabio, como siempre ha sido. Vamos, que lo demás es secundario, la pobre imagen que ha dado su equipo, no ayer sino en todo el mundial, Rooney desnaturalizado, Gerrard perdido, Lampard irreconocible, y encima la defensa es un desastre. Secundaria la superioridad meridiana de los alemanes, con gol o sin gol fantasma. El Joyce Bar rugió entonces, por fin esto parecía el clásico vivido en la misma cuna del fútbol. La subida de adrenalina duró el último tramo de la segunda parte, el descanso y los primeros arreones de la segunda. Después volvimos a asistir a un concierto. Alemania mató con dos contras de libro. Dicen que esta Alemania juega al tiqui-taca, que se ha vuelto latina. No señor, estos juegan a la alemana, solo que bien, que hacía tiempo que no se veía. Porque se puede jugar bien o mal en alemán como en inglés o en brasileño. Pero es que durante estos años, mi admirado Segurola y luego los valdanos y menottis de turno nos han querido convencer de que Alemania nunca dio una patada a un bote. Falacia, con perdón. Durante los 70 y 80 Alemania jugó muy bien al fútbol, con su estilo recio, sin concesiones a la galería, pero preciso, veloz, desplazamientos largos, excelente asociación y sí, un gran despliegue físico. Pero también talento, que por no hablar de Beckenbauer, Gerd Müller y Rummenigge, allí vivían futbolistas exquisitos como Magath, Hans Müller o Littbarski. Lo que pasa es que esa gente fue desapareciendo, cada generación que venía después traía menos kilates, los jugadores de calidad escaseaban progresivamente, y así la Alemania de estas dos últimas décadas ha sido tan ramplona, alimentada solo de la fuerza y el orgullo, que nunca les abandonaron y les permitieron seguir ahí arriba. Desde 1950 no fallan a los cuartos de un mundial, 60 años que se dicen pronto. Y ahora viene una generación que trae maneras, desde luego ayer durante varias fases dio gusto verles jugar. Eso es una buena noticia para el fútbol. El Alemania-Argentina del viernes es para no perdérselo, revancha de hace cuatro años. En fin, que el Joyce Bar se fue vaciando mansa, melancólicamente, sin la menor estridencia. Nadie perdió los papeles, y en la mente creo que de casi todos, una amable y educada petición: Capello, thanks and back to Italy please. Él siempre dirá que fue ese gol lo que le eliminó. Pero ¿fue ese gol el único fantasma?