Un día te levantas triste. Esto mismo, multiplicado por mil, sería una depresión. Así que deberías alegrarte de estar sólo triste. Desperezas un café, el techo aún no se te ha caído encima. Esperas un tren que ha de venir pero sabes que hoy tampoco. Sal a la calle, tienes que moverte, buscar algo. Deja las ventanas cerradas, vístete a tientas, baja las escaleras con cuidado. La primera luz que sube desde el portal te puede hacer daño.
Miras las nubes que vienen con prisa hoy e intentas adivinar adónde van, qué dejan atrás y qué será lo que están leyendo esta vez. La ciudad que fue azul hace ya tiempo que se despierta entumecida, con pocas ganas de ponerse en pie y menos de echar el vuelo (seguir leyendo… Adei Nalaif 03)