El término “prosumidor” es la acuñación de los conceptos consumidor y profesional. Lo utilizó por primera vez Alvin Toffler en La Tercera Ola, hace 30 años, no sé si exactamente con el sentido que hoy se le da. La experta en tendencias Marian Salzman, que participaba ayer en un encuentro organizado por la Fundación Telefónica, lo ha incorporado al ámbito del marketing como el tipo de consumidor de hoy, perfilado por el uso intensivo de las tecnologías y de manera especial por las redes sociales. Un cliente activo, participativo y cuestionador. Y que llega a convertirse también en productor, de manera que la correspondencia entre marca y consumidor, tradicionalmente unívoca, ahora se vuelve biunívoca (en fin, cosas que recuerda uno de la lógica matemática) o bidireccional, diríamos ahora. Se dice que el proconsumidor es escéptico al marketing, que ya no se cree los mensajes de la publicidad. Y no sé yo si la propia creación del término, su modelación y la teorización en torno a él no será también mero marketing. Pero en fin, se señala que ahora la comunicación de las marcas ha de ser más honesta. Para ser más creíble. Esto lo apuntó Víctor Gil, experto español que también participaba en las citadas jornadas y que a mí, la verdad, me convenció más que Marian. ¿Pero se hacen más honestas cuando comunican a través de redes sociales o se plantean serlo siempre? Porque según lo que se debatía ayer, parece que el prosumidor se da sólo en Internet y todas sus actuaciones, su recepción y emisión de mensajes y sus actitudes se producen sólo en este ambiente. ¿No será que, en general, y simplemente pero nada más y nada menos, hablamos de un consumidor más preparado, mejor informado y con mayor acceso a ofertas, comparativas y opiniones de otros? ¿Que la red le ayuda, y decisivamente , pero no es el único transformador y generador de este perfil moderno y evolucionado? Entonces, concluiremos que la comunicación habrá de ser más honesta donde quiera que se produzca, los mensajes creíbles haya por donde se emitan. El medio –radio, prensa, facebook, twitter o boca a boca-, al final, es el canal por el que se pretende llegar a la audiencia deseada. Y el mensaje habrá de adaptarse a esa audiencia y adoptar la forma adecuada a ese canal. Pero el fondo, el contenido, ha de ofrecer claridad, calidad y pertinencia. En cualquiera de sus manifestaciones. El prosumidor está en todas partes, en el supermercado y en Privalia, en El Corte Inglés y en Priceline. En realidad es el consumidor moderno, del siglo XXI. Pero siempre es más bonito, más presuntuoso acuñar nuevos palabros. Da igual, la lección se entiende. El cliente sabe más, entiende más, tiene más recursos y por lo tanto hay que comunicarse mejor con él. Tomen nota los emisores y surtidores de mensajes –de los políticos a los vendedores de cosméticos pasando por los fabricantes de zumos, llámense graninis o donsimones– porque ahora más que nunca tendrán que hacerlo bien, muy bien, si no quieren irse por el prosumidero. En fin, la conferencia de ayer estuvo realmente interesante. Habló de la vida misma.
El prosumidor presumido
Sí, muy honesta. Y seria, Y profesional. Sólo tengo que ver mi carpeta de correos cutres. Un museo. Con piezas de gran valor literario y gráfico. En fin, Pablo, que pa qué.