Sobre Haití lleva mucho tiempo lloviendo miseria, destrucción y desvergüenza. Pero ahora empieza a caer agua impenitente sobre el desastre. Ha pasado ya un mes del terremoto, todo el mundo sabe que la estación de lluvias viene con precisión matemática y resulta que no hemos sido capaces en ese tiempo de habilitar mínimas protecciones fiables para el millón de personas que viven más a la intemperie que nunca. Porque antes de todo esto ya vivían también dejados de la mano de Dios, no lo olvidemos.
Hacen falta 200.000 tiendas de campaña y sólo hay 10.000. La protección más al uso que tienen son lonas plásticas, que aparte de ínfimas apenas cubren una cuarta parte de la demanda y claro, su precio se ha disparado porque encima quienes las venden no tienen reparos en especular con ellas. De esto no vamos a extrañarnos, si hasta hacer caca o pis en una letrina inmunda viene a costar un dólar cada vez. Las primeras tormentas ya han causado estragos, a finales de marzo empezará la estación de lluvias con toda su crudeza y en junio comienza la temporada de huracanes.
La ONU dice que está estudiando la construcción de refugios. Pero ¿Qué (grjfkxjj, aquí pongan el palabro más grosero que se les ocurra) hay que estudiar, señores míos? Habrá que hacerlos e instalarlos urgentemente, asegurarse de que todo el mundo está a resguardo, que esto no llega por sorpresa. Y habrá que poner todos los medios, que los tienen. Que no son precisamente “migajas de Occidente” –como leo por ahí- lo que hemos mandado. Creo yo. Sólo desde España, 72 millones de euros. Creo honestamente que algo más se puede hacer con ese dinero, y no quiero aquí volver a caer en los tópicos de siempre, que más que tal a veces no nos queda más remedio y menos dolor que reconocer que son una miserable verdad. La atención médica está funcionando –dicen- pero el reparto de ayuda, comida, protección… un desastre. Pues creo que se les puede exigir mejor organización, más agilidad, más actuación. Y menos estudiárselo y pensárselo. Que no estamos para burrocracias. Sí, ya sé que no será tan fácil, me hago cargo. Pero hagámoslo mejor, por Dios.
Entretanto, “los niños corren y juegan como si esta miseria no fuera tan distinta de la de antes” (Ramón Lobo, El País)