En este espacio solemos dar asidua cobertura al debate en torno al futuro del libro –y de los autores- en la era digital. Hoy vengo a recomendaros este artículo de Bernar Freiría, catedrático de Filosofía y escritor, publicado recientemente en El País (Nostalgia del papel, Bernar Freiría, El País) y que por esos lapsos del verano no me ha llegado hasta hoy, y lo ha hecho gracias a un lector de este blog (Gracias, Juan). Pero se mantiene perfectamente vigente a día de hoy y me parece un interesante prisma para situar la cuestión y hacerse una buena idea de por dónde van los tiros. Aunque yo soy más escéptico, haré un esfuerzo por sumarme al optimismo del autor cuando supone, al referirse al tratamiento de los derechos de copia y la piratería, que las empresas editoras habrán sabido aprender de lo acontecido en la industria musical –de lo “acontecido” también hemos escrito sobradamente aquí. La iniciativa presentada por la Comisión Europea, a la que nos referíamos la semana pasada, sí parece ir en esa dirección. No así la postura de las asociaciones de libreros y editores, que se antoja tan enrocada como la de las discográficas. Y no olvidemos que la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid vetó expresamente el libro electrónico, en lo que nos pareció un importante error de perspectiva (post “La Feria del Libro no se sube…”, 26 de mayo de 2009”). Otro obstáculo a salvar –y que también menciona Freiría- es la compatibilidad entre formatos de distintos fabricantes y, sobre todo, que la irrupción de nuevos dispositivos no convierta en inútil lo anterior. En este sentido, corremos el riesgo de heredar los vicios de la informática y para evitarlo es necesaria una buena política de estandarización en la que se involucren, si no todos, sí los más posibles. En definitiva, seguiremos asistiendo a este debate. Pero al final, lo más importante será que sigamos teniendo autores que creen buenas obras y lectores que las disfruten. Si les dejan, la elección del mejor soporte la harán ellos de forma natural.
No me gusta pensar que algún día las bibliotecas puedan ser sustituidas por siniestros aparatos electrónicos.
Mientras esto ocurre estoy intentado encontrar un ejemplar de la Gran Enciclopedia Espasa Calpe de 116 Vols., que por supuesto ya ha dejado de editarse, con intencion de incluirla en mi pequeña biblioteca.
Lo más triste es la tengo que buscar en «el internet».