Érase una vez Belgrado

Belgrado significa la Ciudad Blanca, tal vez porque el blanco es la síntesis luminosa de todos los colores. Tiene en realidad tres ríos: el Sava, que le riega el corazón y coloca cada cosa en su sitio; el Danubio, solemne y manso, que la peina y mantiene sus espaldas rectas y bien formadas; y el más importante, el de la gente que fluye incesante a cualquier hora, la verdadera arteria que en Terrazije ha de ensancharse, justo al paso por el Hotel Mockba, para dar cabida a ese caudal. Sin apenas turistas, las calles están permanentemente llenas de vida, Oblicec Venac es como una marisma en la que se exhiben flamencos, pelícanos, todo tipo de ave exuberante y creo que ya se me entiende y no hace falta que entre en más explicaciones. Mi hotel daba justo a esa orilla superpoblada, pura casualidad, pero qué alegría daba bajar a la calle cada mañana, cada tarde, cada noche. En verano, de día, Belgrado vive en las terrazas y en las tiendas de la calle Mihailova, peatonal como todas las que se han hecho así, pero esta parece que siempre fue así. Infunde cierto respeto recorrerla en un sentido o en otro: hacia Kalemegdan, el frondoso reducto que alberga  la fortaleza de la antigua Singidunum, desde donde se divisan los otros dos ríos; o subiendo hacia Terrazije para encontrarse al fondo el majestuoso Templo de San Sava, premio final de un prometedor paseo. Si se va más lejos, a cualquier hora, siempre se puede confiar en el taxi de Slovo, que desde luego intentará no cobrarte el viaje, esta gente es así. Cuando se dan cuenta de que no eres de allí, te preguntan de dónde vienes y se extrañan. Se alegran, pero no entienden que les hayas elegido como destino. No se han acostumbrado al turismo, no se lo creen todavía, pues bien mirado hasta casi mejor así. Hacia las ocho y media, el Sol se escapa por Kalemegdan y la ciudad toma rumbo hacia una noche sin fin. Se asienta plácidamente en los barcos, suntuosos como mil y un palacios, que se extienden por la orilla del Sava. O se precipita por el empedrado de Skadarlija, la calle bohemia la dicen, hasta caer en una calle oscura que parece interminable –lo llaman Silicon Valley- por donde se bebe glamour con arándanos y se presume la pasión en cada esquina. Por allí debe seguir mi amigo Vladen buscando a su amigo Enrique, o más bien a otro “amigo Enrique” de turno que le acompañe en sus correrías. De día o de noche, la Catedral Ortodoxa lo preside todo, lo observa y lo supervisa, no se va a inmutar porque difícil va ser sorprenderla después de lo que ya ha visto. Belgrado derrocha energía y ganas de vivir, quizás como todas las ciudades a las que les tocó ver la muerte bien de cerca, no una vez sino varias a lo largo de su historia, tanto la muy lejana como la muy reciente. Dicen que todavía queda en el aire plutonio empobrecido del que le echaron en los últimos bombardeos, que por eso cuando hace calor se respira peor. Por no hablar de los casos de cáncer y nacimientos con malformaciones, que sospechosamente han repuntado en los últimos diez años. No es de extrañar que el carácter serbio se haya forjado en estas cosas, orgullo y dignidad ante todo, ganas infinitas de agradar al visitante  –esto les viene ya de cuando el mariscal Tito, me contaba Miriana, que imponía multas a todo el que faltara a un extranjero – y por eso mismo tal vez no entienden que por ahí fuera les sigan mirando mal. Para llegar a Serbia desde Madrid, vía Roma, sólo tuve que pasar un control de seguridad; para hacer el mismo trayecto a la vuelta, desde Serbia, tuve que pasar tres. Por no hablar de los vuelos, no hay directos desde España, y desde luego no son baratos. De lo que me sucedió –y me sigue sucediendo- con la maleta, ya daré más detalles otro día, que tiene miga el asunto. No, no te lo ponen fácil para ir a Belgrado. Pero se lo había prometido a mi amiga Maja. Y cuánto me alegro de haber cumplido esta promesa.

9 Comments

      1. Pensé que eras ella, pero al parecer no.
        De la que hablo la conocí en el Instituto Cervantes y la he perdido de vista.
        Seguiré buscándola, nunca se sabe si la encontraré por aquí.

      2. ¿En el Instituto Cervantes de Belgrado o Madrid?
        Lo digo porque yo estudié en el Instituto Cervantes, pero ya sabes, de 1ºBUP al COU, pero supongo que te referirás la de Belgrado de la calle Knez Mihajlova, ¿no?.

        Suerte con tu búsqueda, ojalá la enuentres, las Balcánicas siempre dejan huella… 🙂

  1. ¿En el Instituto Cervantes de Belgrado o Madrid?
    Lo digo porque yo estudié en el Instituto Cervantes, pero ya sabes, de 1ºBUP al COU, pero supongo que te referirás al de Belgrado de la calle Knez Mihajlova, ¿no?.

    Suerte con tu búsqueda, ojalá la encuentres, las Balcánicas siempre dejan huella… 🙂

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