Paudemos…

Hoy y aquí, todos somos de los Lakers. Incluso yo, que siempre fui de los Celtics. Pero que me perdonen Larry, Kevin, Robert… Con Pau Gasol en Los Ángeles, la cosa es distinta. Con la posibilidad de que un español gane por primera vez el anillo de campeón de la mejor liga de baloncesto del mundo, cómo no entregarse al púrpura y oro. Y ahora es el momento. Esta madrugada comienzan las finales de la NBA, uno de los eventos deportivos de mayor repercusión y seguimiento universal, comparable a una Olimpiada, un Mundial, un Tour de Francia o la SuperBowl. Son entre seis y 13 días de pasión. Gasol ya lo sabe, ya lo vivió el año pasado, aunque quizás era distinto. Había aterrizado en Los Ángeles a mitad de temporada, los Celtics marchaban intratables, y con todo consiguieron llegar a la final y forzar el séptimo partido. Ahora ya toca. Y no va a ser nada fácil. A quien siga la NBA simplemente de oídas le podrá parecer que si en la final están los Lakers y enfrente no tienen a los Boston Celtics (vaya, tercera vez que les cito ya), a Chicago Bulls o a Detroit Pistons, por citar quizás los tres más laureados del Este en la última época, y en cambio están unos inesperados Orlando Magic, pues que la cosa está hecha. Pero esto es la NBA. Aquí, y sobre todo cuando llegan los Play Offs, cuando las fuerzas están ya al límite, cada partido es un fragor, cada victoria es una tarea homérica y a las aptitudes y saber de todos y cada uno de los que están dentro y a pie de cancha hay que añadirles un plus de sudor, de rabia, de instinto ganador. Y si alguien lo duda, no tiene más que fijarse en cómo han ido las eliminatorias este año. Por lo demás, los expertos señalan no solo que Orlando Magic es un equipazo, sino que su forma de jugar puede resultar más que incómoda para los Lakers. Sólo han jugado una final, en 1995, y la perdieron. En el inicio de temporada ofrecían dudas. Pero se han ido creciendo, se han sabido fuertes y, sobre todo, han llegado a los Play Offs como un ciclón. Se han cargado a los Celtics, actuales campeones (sí, ya van cuatro) y, más importante, a Cleveland Cavaliers, el mejor equipo de la temporada con el mejor jugador, Lebron James. Haciendo un rápido análisis, y basándome en esos mismos expertos, bazas a favor de Orlando en esta final serían: Dwight Howard, un pívot que asusta, el mejor de la liga en estos momentos, y al que será difícil parar (*); Rashard Lewis, el pívot que más triples ha metido este año; el base, Rafer Alston, llegado a mitad de temporada y muy superior en rendimiento a Fisher, el de los Lakers; en general, un equipo más versátil y equilibrado que su rival. Y aquí las bazas a favor de los Lakers: su mayor experiencia en este tipo de partidos, y en especial la de su entrenador, Phil Jackson; importantísimo, la ventaja de campo que no hubieran tenido frente a los Cavaliers; por supuesto, Kobe Bryant, el jugador más desequilibrante de la NBA, que ansia ganar al fin su primer título sin Shaquille O’Neal; la tendencia de Howard a cargarse de faltas, que los pivots angelinos tratarán de explotar. En cuanto al papel de Pau, se señala que puede ser fundamental. Puede verse en no pocos problemas al tener que defender a Lewis, el de los triples, que le puede hacer salir fuera de zona más de la cuenta; en cambio, en ataque puede tener una gran oportunidad precisamente por el endeble marcaje que le pueda hacer este mismo jugador. Para seguirlo con atención, con pasión y venciendo al sueño, este es el calendario previsto, hora española. Todos por Canal+. Vamos, que paudemos:

Primer partido. Los Ángeles, viernes 5 a las 3.00h

Segundo. Los Ángeles, lunes 8 a las 2.00h.

Tercero. Orlando, miércoles 10 a las 3.00h.

Cuarto. Orlando, viernes 12 a las 3.00h.

Quinto (si lo hubiera). Orlando, lunes 15 a las 2.00h.

Sexto (si lo hubiera). Los Ángeles, miércoles 17 a las 3.00h

Séptimo (si lo hubiera). Los Ángeles, viernes 19 a las 3.00h.

(Fuente: página Web de Canal +)

(*) En Los Ángeles, veteranos y algunos no tanto (Jack Nicholson seguro que sí) recuerdan que hubo una vez un pívot que les amargó una final. Fue en 1981, jugaba en Philadelphia 76ers y se llamaba Moses Malone. No pudieron pararle en el primer partido, no pudieron en el segundo y tampoco en el tercero ni en el cuarto. Total, 4-0. No parece que esta vez vaya a ser el caso con Dwight Howard, entre otras cosas porque a su lado tampoco va a jugar un tal Julius Erving.