En tiempos de la ignorancia arrogante

Solemos decir que la ignorancia es atrevida, y es cierto, hasta a veces diríamos intrépida. Pero ya no se conforma con eso, y en los tiempos que corren es decididamente arrogante.

Lo vemos hoy en el mundo, del que España es parte. Asistimos a declaraciones, decisiones y actuaciones que desprecian la lógica y la inteligencia. Y lo hacen sin el menor remilgo ni pudor, sin la menor duda, y, faltaría más, sin admitir réplica. Pero lo peor es que esas sandeces y majaderías que vemos y escuchamos a diario no se caen por su propia evidencia, no dejan en ridículo a quien las profiere y perpetra, sino que suelen gozar de gran y a veces masiva aceptación.

Entonces, los que apelamos no ya a la sabiduría, sino simplemente al sentido común, nos quedamos fuera de juego, indefensos y en palmaria minoría. Ya puedes esforzarte en explicar o argumentar con el conocimiento que te asiste, si es que así es, sobre cualquier cuestión de actualidad, pero también histórica, científica, cultural… si no comulga con la falacia que se ha instalado como cierta, no te van a hacer caso. Lo que les cuentes les entrará por un oído y les saldrá por el otro.

Además, hoy día convivimos con una gran población de conciudadanos que dialogan únicamente para darse la razón entre ellos. Y si llega alguien con planteamientos que mínimamente cuestionan su única verdad aceptada y aceptable, con suerte para él, le dedicarán una mirada displicente. Pero lo más probable es que lo manden a la mierda. Puedes tener un cierto conocimiento, por ejemplo, sobre los diferentes pensamientos políticos y su evolución, sobre la compleja historia de Europa, y claro, de España, sobre la incidencia de la actividad humana en el clima, sobre el mundo que han visto y contado la literatura y en general el arte… Y no te va a servir absolutamente de nada. ‘¿Pero qué rollo me estás soltando?’. Y pueden llamarte pedante, pero también cursi, cantamañanas, buenista, woke… en función del folklore local. El saber no ocupa lugar, pero esto hoy es cierto en el sentido exactamente contrario. Más bien, no tiene donde caerse muerto.

Tampoco nos engañemos. Quien promueve la ignorancia, la extiende y hace de ella un ejercicio de arrogancia, no suelen ser individuos ignorantes. En todo caso, pueden ser ineptos, pero no tontos. Y saben perfectamente lo que pretenden. Sobre todo, les interesa que haya mucha gente bañada en la ignorancia, absolutos incondicionales de ella. Que comulguen con sus predicamentos y rechacen sin miramientos a quienes se atrevan a aportar algo de luz sobre ciertos asuntos. Dijo Umberto Eco que, gracias a las redes sociales, un idiota tiene la misma credibilidad que un premio Nobel. Pero esto fue hace ya unos años. Si hoy viviera el semiólogo y escritor italiano, tendríamos que informarle de que esos idiotas ya ganan por goleada. Son más, hablan más alto y, sobre todo, tienen más autoridad.

Ahora hay quien lo llama hipnosis, pero uno prefiere llamarlo ignorancia extendida y asumida de buen grado. A mucha gente, por ejemplo, le resulta creíble y hasta evidente que vivimos bajo una dictadura comunista -sin tener ni idea de lo que es eso- y otros asegurarán que debemos mantenernos en guardia ante las dictaduras ecologistas, feministas, identitarias… Tenemos una creciente población en el mundo que se siente amenazada, cuando no invadida, por enemigos de su cultura o su religión, y luego resulta que tienen un amigo marroquí o van a comprar a la tienda de un chino y dan empleo a un indio que cobra menos que un compatriota. O ciudadanos que necesitan imperiosamente de los servicios públicos, pero defienden a capa y espada a los que se los pretenden hacer de pago. Total, el voto no se lo van a devolver, como reclamaba ese inmigrante deportado que había votado a Trump. Ah, y los que denunciamos el exterminio sistemático y planificado en Gaza somos todos unos antisemitas.

El problema, ya decimos, es que alguien ha sabido inculcarles esa ignorancia e inyectarles ese veneno. Pero más allá de la intencionalidad de mantener a mucha gente engañada, que siempre existió, y del poder difusor y amplificador de las redes, hoy tenemos otra sensible diferencia que juega a su favor. Entre el emisor y el receptor de esos mensajes, había un filtro. Actores bien documentados que ponían en contexto lo que se emitía y prevenían a la audiencia del posible engaño, cuando no lo denunciaban abiertamente. Pero esos mediadores del conocimiento y el sentido común, en muchos casos, han dimitido de su función. Y dejan que los rayos pasen libremente, sin ningún tipo de cristal o prisma que rebaje la radiación o descomponga los colores de esa luz. Y los que lo siguen intentando, que los hay, son sistemáticamente ignorados y denostados por estar al servicio del enemigo. Sí, de los subversivos, libertarios, sufragistas y pijo-progres que están jodiendo el mundo, su mundo como ellos entienden que sólo debe ser.

Sí, la ignorancia hoy es más arrogante que nunca. Desprecia y humilla la razón y la verdad. Pero hay tantos que se sienten cómodos y felices en ella. Porque a unos les convence y les satisface. Porque otros la promueven y a otros les interesa. Y porque los demás, algo, también, estaremos haciendo mal.

(Foto: Alexas_Fotos)

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