Todos tenemos nuestra lista de canciones preferidas. Breve, amplia o interminable. Pero si nos preguntan por una sola, a lo mejor no es fácil decantarse. Puede ir según épocas, momentos, estados de ánimo… Para mí, desde hace ya un tiempo, hay una que tengo claro que para mí es la más bonita. Cuidado, puede que eso no signifique la mejor, lo que puede obedecer a infinidad de criterios y cada uno tiene los suyos. Simplemente, me parece la más bonita que se ha hecho sin tener que explicar por qué. Y no es, como muchos que me conocen pueden pensar, una de The Beatles. Es una de The Beach Boys.
La vida de estos dos grupos fue paralela durante unos pocos años. Podíamos decir que se comunicaban a distancia, y un gran disco de unos inspiraba un gran disco de los otros. Pet Sounds, el que quedó como el mejor de la banda americana, se publicó en mayo de 1966. Y en agosto de ese año salía el Revolver de los de Liverpool. Dos obras maestras. Cierto que para los primeros era ya el undécimo trabajo y para los otros sólo el séptimo. Pero ambas bandas habían alcanzado el que en ese momento era su máximo de creatividad, originalidad y audacia. The Beatles seguirían y se superarían. The Beach Boys estaban por hacerlo. Unos meses después lanzarían un single con su canción más exitosa y celebérrima, Good Vibrations. Pero no hubo más álbumes de la banda, al menos, a ese nivel.
Claro, no pensaban que fuera a ser así. De hecho, esa carrera de mutua inspiración continuaba. The Beatles le habían dicho a su manager que dejaban las actuaciones en directo. Querían dedicar tiempo a trabajar en el estudio con todas las ideas que se les estaban ocurriendo. Eso mismo ya lo había hecho Brian Wilson, el líder de The Beach Boys. Para componer y producir Pet Sounds como él quería, se hizo sustituir en los conciertos. Se afanó entonces en su proyecto más ambicioso, que se iba a llamar SMiLE (escrito así). Hasta contrató a un cantante y letrista, ajeno al grupo, para el proyecto. Iba a ser una gran obra conceptual y, como predijo, una “sinfonía adolescente para Dios”.
No sé si es leyenda, ni recuerdo quién lo contó, pero sí que me merecía suficiente credibilidad la fuente como para darlo por cierto. Después de varias dudas, parones y vueltas a empezar, cuando los Beach Boys ya estaban dando los últimos retoques a lo que iba a ser SMilE, Wilson se tomó un descanso en sus agotadoras sesiones de grabación y producción. Se fue a cenar, iba en el coche, encendió la radio… y sonó Strawberry Fields Forever. Se quedó escuchándola. Y dijo: ‘ya lo han hecho’. Entonces, decidió parar. Ya no trabajó más en el disco y nunca salió. Quedaría como el álbum inédito más famoso de la historia del rock.
Lo que había escuchado Brian era la canción de John Lennon que, junto con Penny Lane, de Paul McCartney, conformaba un single de dos caras A que salía como anticipo de lo que unos meses después sería el Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band. El disco que significó la cumbre de los Beatles -aunque para mí no el mejor- en términos de éxito, ventas, semanas y meses en el número 1, pero también de impacto social, influencia y transformación en la producción musical y hasta en el marketing. Un pelotazo que hasta a sus propios autores los dejó atontados.
Obviamente, no fue solo esa la razón para que SMiLE nunca viera la luz como tal -sí reediciones muy posteriores, recreaciones y hasta piezas piratas que circularon por ahí. Tal vez fuera la puntilla. El caso es que aquel trabajo descomunal en el que Brian se embarcó – y a su gente con él- le llevó mucho estrés y le costó mucha salud y muchas neuronas. Por no hablar de sustancias y otros malos hábitos. Posiblemente, nunca se recuperó del todo de aquello, aunque sí ha asomado muy dignamente la cabeza incluso ya en sus años de delicada vejez. Tal vez puede pensarse -o yo al menos- que una de las diferencias era que The Beatles, con todos sus talentos individuales, eran un equipo con un gran entrenador, Georg Martin. En The Beach Boys, era Wilson el que cargaba con todo el peso.
El caso es que nunca se pudo saber qué hubiera ocurrido si ambas obras hubieran coincidido en el tiempo y en las tiendas y las radios de esa época. Pero sí sabemos de Pet Sounds. Ahí están esas maravillosas canciones que arrancaban del rock & roll playero y la música popular americana para fundirse con la psicodelia y los alardes sinfónicos. Y ahí está esa, la más bonita. No me lo parece sólo a mí. El propio Paul McCartney también lo ha dicho, y no será casualidad. Como que otro de los míos, Neil Diamond, también la haya versionado. Entonces, ¿cómo no va a parecerme God Only Knows la más bonita?
Miren cómo es God Only Knows (Remastered 1999)
Hay muchas más, pero esta es una de las razones por las que siempre le daré las gracias a Brian Wilson.