Contra la dictadura

No constan muchas, o no están muy documentadas, grandes manifestaciones populares en aquellos países que han vivido bajo dictaduras. Nos referimos a manifestaciones en contra, claro, porque a favor del dictador, claro que se organizaban ampulosamente y se celebraban con denodado entusiasmo.

En Chile las hubo contra Pinochet ya en los últimos años de su mandato, cuando el régimen se resquebrajaba, y se saldaron con 131 muertos. En la Unión Soviética de Stalin no hay mucha referencia a ello, salvo aislados focos, sí en países satélites de entonces como Hungría y Polonia, por supuesto, fuertemente reprimidas. En la Alemania de Hitler está documentada la de la calle Rosenstrasse en 1943, organizada por mujeres no judías esposas de hombres judíos que estaban en la cárcel de esa calle a la espera de ser deportados, y que finalmente fueron liberados. En la Cuba de Fidel Castro hubo el maleconazo de 1994, que fue respondido con una contramanifestación en apoyo al gobierno, pero éste al final accedió a desbloquear la salida de cubanos por mar a Estados Unidos, que había sido el detonante de la protesta. En la España de Franco, los opositores estaban mayoritariamente fuera del país o en la cárcel, y lo más destacable fueron las protestas universitarias en los años 60. En la Argentina de la Junta Militar, sabemos de las sufrientes Madres de Mayo, que, por cierto, suspendieron sus concentraciones durante el Mundial de fútbol del 78. En China acaeció en 1989 lo que su gobierno denominó el ‘incidente del 4 de junio’ y en el resto del mundo lo conocemos mejor como la matanza de la Plaza de Tiananmén,

En las democracias sí que hay manifestaciones. Amparados por el estado de derecho y con las debidas autorizaciones, los colectivos se manifiestan por lo que consideran justo y necesario. En España hemos salido masivamente a la calle contra las guerras, para condenar el terrorismo y para defender la democracia. Desde finales de los 70 se han convocado desde diferentes organizaciones, con gran o moderado seguimiento, y por muy diferentes causas: por la sanidad pública, por la educación, a favor o en contra de según qué ley (divorcio, aborto, reforma laboral…), por la independencia de unos o por la unidad de España, contra amnistías o negociaciones, para reivindicar derechos y condiciones…  hasta para exaltar al ex dictador que prohibía las manifestaciones.

Todas ellas se han celebrado, con mayor o menor éxito de público, pero casi siempre sin mayor novedad. La gente ha llevado sus banderas y se ha vestido sus camisetas, ha clamado, ha gritado y hasta se ha desahogado, ha escuchado los correspondientes discursos o manifiestos, ha aplaudido, vitoreado… y después se han ido todos tranquilamente a sus casas o, mejor, a tomarse unas cañas. Sin nada que temer. Y, por supuesto, sin nada que reprocharse ni que les puedan reprochar.

Desde luego, muchas o la mayoría de estas manifestaciones han tenido un carácter y motivo eminentemente político y, en la mayoría de los casos, una diana: el gobierno de turno. El central, el autonómico, el municipal… Porque lo que impulsaban los convocantes y llevaba a esa gente a expresarse públicamente era su desacuerdo, cuando no su indignación, con determinada acción, medida o iniciativa de ese gobierno en cuestión, que consideraban perjudicial, bien para sus intereses o bien, más allá, para el país. Y se ha pedido su rectificación y, si era necesario, su dimisión: a Pedro Sánchez, por la amnistía de los condenados del procés; a José María Aznar, por la guerra de Irak; a Zapatero, por las negociaciones con ETA; a Rajoy, por la reforma laboral; a Isabel Díaz Ayuso, por la degradación de la sanidad pública; a Carlos Mazón, por su gestión de la dana…

Pero he aquí que tenemos una novedad: mañana se ha convocado en Madrid una manifestación como enmienda a la totalidad. No contra un hecho, una ley o una situación concreta, sino contra el Gobierno de España. En sí y sin más. Bajo una serie de argumentaciones que, remitiéndonos a entrecomillados que sacamos de los convocantes, se resumen en que hay que echar a un gobierno “mafioso” que no es “legítimo moralmente”, “el más inútil y corrupto que ha vivido la democracia española” y que organiza “operaciones de Estado contra jueces, fiscales y periodistas”. Todo ello llamando a poner en marcha una “limpieza total” de las instituciones y a “decir en las calles lo que no te dejan expresar en las urnas”, porque “hasta las dictaduras caen”.

Si esto lo vieran Pinochet, Stalin o en Corea del Norte…

(Foto: TyliJura)

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