Escuchen y lean: el Real Madrid es el campeón de campeones. Un club único, universal. Siempre tiene la obligación de ganar. Con cada Champions que levanta, empieza la carrera por ganar la siguiente. Porque es incansable, insaciable. Sólo entiende de victoria, todo lo demás no le sirve. Está por encima de todo y de todos, incluso de sus propios hombres, nombres y leyendas, que no son sino capítulos de una historia gloriosa e irrepetible.
Bien, pues todo esto es mentira.
Ese es el catecismo que ha impuesto su presidente. Que replican no pocos periodistas. Y que han conseguido que nos creamos -o se crean- muchos madridistas. Es el mantra que repite Florentino Pérez en sus discursos, que hace tiempo que son como homilías. Además, ahora los dramatiza con letanías que remiten a Felipe II, cuando apela a los elementos en contra. Resulta que el Real Madrid es un gigante magnánimo que tiene que luchar con una pléyade de infieles y herejes que cuestionan su santidad y le acechan permanentemente: UEFA, Federación, Liga, árbitros…
Y vamos y nos lo creemos. Pue sí, se lo creen muchos.
Todos esos a los que les habrá parecido oportuna y necesaria esa carta incendiaria emitida por el club denunciando lo que entiende una encarnizada persecución arbitral. Que no es más que la plasmación con sello institucional del sentir que viene expresando -vomitando, diríamos- desde hace tiempo su televisión oficial. A cualquiera que lo vea desde el sentido común, aun siendo muy madridista, le parecería inaudito y fuera de lugar. Y sin embargo, mira alrededor y se sabe en palmaria minoría. Ah, y después de criticar duramente el sistema, es el único club que decide no asistir a una reunión convocada por la Federación Española de Fútbol, precisamente para analizar ese sistema y ver si buscarle soluciones. Olé sus h… Les parece muy bien.
También les gustaría a no pocos incondicionales el insólito desplante a la ceremonia del Balón de Oro decretado desde la presidencia, con el avión fletado y los motores calientes. Una gala en la que recibía los galardones al mejor club, al mejor entrenador y podía presumir de tener a cinco de sus jugadores en el top 10. Todo, por 41 votos que le dieron el de oro a Rodri y no a Vinicius. ¿Esos son los valores que proclama este club universal? Luego vino la insostenible justificación del señor Pérez, que entiende que periodistas de Namibia o de Finlandia no tienen criterio para votar en estas cosas. Los de Armenia, Benín y Burkina Faso, evidentemente sí: votaron lo que tenían que votar. ¿Y no sale nadie a decirle al señor presidente que está haciendo el ridículo? Pues no, miren. Van y le aplauden.
No es la primera vez, ni mucho menos, que don Florentino habla en público, en asambleas, actos o en las pocas entrevistas que concede, como si hablara a tontos. Como cuando nos dice que estamos echando a los niños del fútbol porque no les damos Superliga. Que hoy pagar una entrada para un partido normalito sea inasumible para cualquier padre de familia normal, incluso suscribirse a una plataforma para verlos en casa por televisión, no. Esa no es la causa de que los niños no estén viendo fútbol. Es que no les damos un Madrid-Bayern cada sábado y un Liverpool-Madrid cada miércoles. Y amén…
Lo que manifiesta hoy el Real Madrid, a través de su presidente, de ciertos medios de comunicación muy diligentes y de una gran parte de la afición inquebrantablemente leal, no difiere de lo que vemos hoy en muchos ámbitos de la vida. Prima lo absoluto, lo inmediato. No valen la perspectiva ni los términos medios. Ganar la Champions es lo normal, perder con el Español es un desastre y tienen que rodar cabezas. Hoy mucha gente tiene anulada la memoria, futbolística y de otras muchas cosas. Y este gran club que ha labrado su historia con tantos títulos, también ha pasado sus penurias, sus sequías y sus años de ver a otros dar la vuelta al estadio. Por cierto, con Florentino, también. Qué va, no se acuerdan.
Entonces, salgamos a la calle y preguntemos a los madridistas del barrio, del mío y de cualquiera. Lo que se ganó la temporada pasada –Liga y Champions League– es ya pasado lejano. Si no se gana algo grande este año, es un fracaso intolerable e imperdonable. Aquella estupenda y prometedora delantera que teníamos, resulta que no valía para nada sin Mbappé. Porque si con aquellos ganábamos, ahora tenemos que arrasar. Y luego, ya vemos lo que está pasando. Pero entonces es cosa de Carletto, ese entrenador vetusto que no sabe manejar el equipo y ya estamos tardando en traer a Xabi Alonso. Así es y así estamos asumiendo el Real Madrid imperial que quieren instaurar. Que no respeta nada. A nadie. ¿Y nos gusta así? Ya vemos que sí.
Del Bosque, Hierro, Raúl, Casillas, Cristiano, Sergio Ramos… Nos caerán a unos mejor y a otros peor, a mí me pasa lo mismo. Pero estaremos de acuerdo en que todos estos son leyendas del Real Madrid de este siglo. Y tienen otro denominador común: de una manera o de otra, todos salieron por la puerta de atrás. ¿No debería darnos al menos un poco de apuro? Pues no se crean que les da. Son páginas pasadas, gracias por los servicios y adiós.
Es el ideario florentinista de ‘Real Madrid, first’. Y ya saben que no me refiero a ir el primero en la clasificación, a ser el primer club en títulos, el que tiene más aficionados por todo el mundo, si es que lo es… Efectivamente, es la trumpista acepción del término ‘first’. Él único y lo único que importa. Todo lo demás sobra. ‘Hala Madrid y nada más’, como reza ese himno extraoficial escrito por Manuel Jabois. Y hasta él se sorprenderá del extremo a que lo estamos llevando. Así es como hacemos amigos.
A este Real Madrid por encima del bien y del mal le trae sin cuidado anunciar que su nuevo entrenador será el seleccionador nacional dos días antes de que comience un mundial; no tiene el menor reparo en presentar a su nueva estrella galáctica mientras estamos celebrando la Eurocopa recién conquistada por la selección; no le da pudor ausentarse de una gala en la que se concede el Balón de Oro, por fin, a un futbolista español; ni le duelen prendas por contraprogramar con anuncios deportivos o institucionales coincidiendo con otros eventos que son objeto de atención informativa, como ha pasado esta semana con la dichosa cartita en pleno juicio a Rubiales.
Hablando de ‘primeros’. Hemos citado esas salidas por la puerta de atrás, y las que vendrán. Lo que no sabemos es cómo será la del propio Florentino Pérez cuando eso alguna vez suceda. Lo seguro es que querrá procurarse una muy diferente de la que él ha deparado a las estrellas con las que se ha glorificado -y no había citado a Figo, al que utilizó para ganar la presidencia y luego se deshizo de él como quien tira una colilla. Hay cosas que no podemos prever, otras que ignoramos y muchas que nos dicen. Como que la economía del club va poco menos que como la Armada Invencible (volviendo a Felipe II). Esperemos que no termine igual.
Lo que sí tenemos son algunos hechos: por ejemplo, que desde 2021, precisamente el año en que volvió Carlo Ancelotti, el Madrid inicia cada temporada con peor plantilla que la anterior. Vienen estrellas, dos en estos cinco años, pero se van jugadores importantes y no se los sustituye. Aun así, el equipo ha seguido ganando títulos, luego eso es no es tanto mérito del entrenador como que la política de Florentino es la acertada, rezan sus aduladores. Hasta que un año la cuerda se rompa, y bien puede ser este. Entonces, ya sabemos quién no será el culpable y quién caerá. Por cierto, en baloncesto, este año está sucediendo claramente lo mismo. Y otro hecho que tenemos es el faraónico estadio. Pero de eso, todavía nos tienen que contar más… como de ese cambio societario que nos anuncian como revolucionario en el mundo del fútbol. Mientras tanto, comulgamos con que todo va espectacularmente bien y Florentino first…
A mí, desde luego, no me pasa nada si esta temporada nos vamos de vacío. Porque no me creo ese discurso imperialista. Para mí, el Real Madrid no tiene obligación de ganar siempre, es más, posiblemente, a día de hoy, tiene menos obligación que ningún otro. Sí la tiene de competir, precisamente, por ser quien es. Pero no es, por mucho que digan, diferente a cualquier otro club. Lo único, que ha ganado más. Y tampoco tiene por qué ser más señor y portarse mejor que los demás. Simplemente, portarse, cosa que ahora mismo no está haciendo.
¿Me están echando? Pudiera ser. Lo que pasa es que, cuando las cosas no nos vayan bien, que volverá a pasar, serán muchos de esos ‘inquebrantables’ los que renegarán y desertarán, empezando por el propio infalible, que, de hecho, ya lo hizo aquella vez. Cuando vengan esos malos tiempos, yo seguiré siendo madridista. Por eso, en los buenos, tengo todo el derecho a serlo. Y a decir lo que no me gusta.