Microrrelatos a quemarropa (XXI)

Estamos a las puertas de Navidad y no iban a faltar en estas fechas los microrrelatos a quemarropa. Estos son de la última parte del año y tenemos para dos entregas. Aquí va la primera:

Buena organización

Nuestros nombres eran los meses del año. La organización no podía tener más de doce miembros, y era la forma de identificarnos. Nunca fuimos bien avenidos, pero en el trabajo sabíamos complementarnos. Enero barría el terreno; Marzo arrojaba luz; Mayo seducía a los incautos elegidos. Si había que tenderles una trampa, Junio se encargaría. Febrero ya había acortado los plazos y Abril anegado sus esperanzas. Llegada la hora de ejecutar sentencia, bien Noviembre los ahogaba lentamente o era Agosto quien aplicaba fuego letal. Diciembre organizaba la cena de despedida. Cumplida la misión, vendrían otros. Que serían, si cabe, más eficaces que nosotros.

Madres necesarias

Sigo dando la cena a los niños cada noche. Mira que hace ya que se independizaron, tienen su familia y sus niños a los que dar de cenar. Pero adoro esta rutina, me reconforta fantasear con que siguen en el nido y me necesitan. Mi marido dice que estoy loca. Y yo no le cuento nada, pero el caso es que muchas mañanas me encuentro los platos rebañados. Es más, cuando vienen los domingos a comer, les leo las caras, adivino en sus ojos tras las pretendidas sonrisas realizadas y suficientes. Nunca les pregunto. Pero ya estoy pensando qué les dejaré para que cenen el lunes.

Nuevo tiempo

Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. Así nos llama desde niñas. El abuelo siempre se ha felicitado, orgulloso, de que nuestra existencia haya sido más plena y rica que la suya. Para él, somos su tesoro. Ahora le acompañamos cuanto podemos y lo agradece. Ya casi no ve y apenas recuerda, pero nos siente cerca y nos acaricia feliz. Hoy tendremos que irnos antes. En el hospital está tranquilo y no se enterará. Porque pronto sonarán las sirenas que anuncian nuevos bombardeos. Al menos, nos consuela que nunca llegue a saber del triste tiempo que viene y estamos condenadas a vivir.

Visitas por noviembre

Un eco lejano de clarines y trompetas se deja oír en su despacho. Le evoca esos días de sublimes negocios, cuando ejercía su influencia, recibía ilustres visitas y, sin salir de ese cuarto, entretejía conspiraciones de Estado. Ahora, poca cosa, sencillos desfalcos particulares o discretos servicios de sicarios para asuntos domésticos. Pero llegando noviembre, la musiquita le suena mejor. Es cuando vienen personajes más interesantes, algún muerto colateral a pedir explicaciones. Esta tarde, resuena a todo trapo. El que ha pedido cita debe ser un pez gordo finiquitado hace años. O quién sabe si un buen marido necesariamente sustituido. Por si acaso, guarda todos los retratos.

Memoria cómplice

El prohibitivo tratamiento de mi nieto que costeo para su maldita cleptomanía nos ahorrará muchos disgustos. Esa desazón de no poder mirar a la cara a los vecinos ni salir a la calle tranquilos. Su caso, dicen los psicólogos, es de los más graves que han visto. No hay día que no llegue a casa con un cachivache nuevo. Hay que reconocer que buen gusto sí tiene el chico. El abrigo de visón que ha traído hoy es precioso. Y parece sin estrenar. Hoy mismo me lo pongo. Por cierto, ¿cuándo tocaba hacerles la transferencia? Ay, cada día tengo la memoria más traviesa.

La vip

Las obras del convento las pagó una empresa, decían, muy caritativa. A las monjas no les explicaron que lo reconvertirían en hotel de lujo. Del claustro hicieron un jardín tropical, del refectorio un divino restaurante japonés; la sala capitular es una gloriosa piscina cubierta con olas. Las hermanas se desempeñan bien en su nuevo cometido. Aunque mal, algo les pagan y atienden exquisitamente a esta gente distinguida. Salvo a esa señorona que viene con su amante a la suite celestial, antes capilla. Les harán la estancia imposible y ni rechistará. Porque por muy clienta vip que se precie, ya no es madre ni superiora.

Espero que os hayan gustado. Como siempre, podéis ver aquí todos los Microrrelatos a quemarropa.

(foto: ArtTower)

Deja un comentario