No queríamos faltar a nuestra cita de todos los años con el Tour de Francia, aunque este año nos ha costado algo más. Pero aquí estamos. Una nueva edición del Tour del nuevo ciclismo, ese del que venimos disfrutando los últimos años y nos permite decir que podemos estar en una de las mejores épocas de este deporte. Y, sin embargo, ¿ha supuesto esta edición un pequeño paso atrás?
Digamos de antemano que no tanto, pero es verdad que en este Tour 2024 hemos revivido algunos episodios y vicios del ciclismo pasado. A saber: hemos asistido a la superioridad incontestable de un hombre, Tadej Pogacar, que se ha comido este Tour y nos ha privado de la emoción de estos últimos años; hemos tenido más etapas ‘aburridas’ de las que solíamos últimamente, con ocho resueltas al sprint -y no por eso- en las que no ha pasado prácticamente nada; en las de montaña, los grandes ataques han vuelto a limitarse a las últimas subidas.
Bien, pero todo esto es matizable y explicable. Vaya por delante que este Tour reunía varias circunstancias especiales. En primer lugar, no podía terminar en París y comenzaba en Florencia, lo que ha obligado a diseñar un recorrido un poco particular: con los Alpes divididos en dos pasos al inicio y al final; y, entre estos y los Pirineos, es verdad que demasiadas etapas de transición. Y luego, un hecho que sucedió en abril y ha tenido importantes consecuencias en julio: la caída colectiva en la Vuelta al País Vasco, que afectó seriamente a tres de los que iban a ser candidatos a este Tour. Y principalmente al ganador de los dos últimos, el danés Jonas Vingegaard. Casi nos pareció un milagro verle de partida y, todavía más, que haya sido capaz de auparse al segundo cajón en Niza. Aunque, ciertamente, no ha estado en plenas condiciones de competir de tú a tú con un inmenso Pogacar.
Pero es que no sólo el genio esloveno era a priori el gran favorito y ha demostrado ser el mejor de largo. Es que su equipo, el UAE, ha sido aplastantemente superior a los demás. Y esa ha sido también la causa de que haya habido menos posibilidad de emboscadas en etapas de transición y, sobre todo, que en los días de montaña la carrera fuera absolutamente controlada hasta que a Tadej le daba por atacar. A veces, ni eso: le bastaba con aligerar el ritmo, su ritmo imposible para los demás. Hagamos notar que el Visma no ha tenido este año solo la desgracia de Vingegaard, sino que su temporada viene siendo un calvario: el accidente de Van Aert antes de las clásicas de primavera, el rosario de bajas en el Giro, la muy sensible baja a última hora de Sepp Kuss… y el equipo que en 2023 gobernó con mano de hierro y se llevó las tres grandes incluido el podio de la Vuelta, este año venía diezmado y tenía muy poco que oponer a la máquina intratable que ha sido el UAE.
Otro que podía haber animado más la carrera era Primoz Roglic, que este año quiso darse la oportunidad de volver a la ronda francesa con nuevo equipo, liderazgo absoluto y todas las energías para intentarlo por última vez. Todo para constatar, definitivamente, que el Tour no le quiere. No una, dos caídas consecutivas. Y a casa, a intentar resarcirse en La Vuelta otra vez.
Tampoco se le podía pedir mucho más a Remco Evenepoel, que se enfrentaba por primera vez al Tour y a puertos que, cuando los había afrontado en otras carreras, se le habían indigestado. Por eso ha optado por ser más regular y prudente de lo que él suele, siempre delante y a gran nivel, pero sumando días, siempre con la espada de Damocles de hacer crack en el momento más insospechado. No lo ha hecho, ha conquistado el podio, el maillot blanco, una etapa contrarreloj… y ha dado un gran paso en su carrera, uno más desde que debutara jovencísimo como profesional. Se le espera en próximos tours, vueltas y giros…
Claro, todo esto no quita el menor mérito a la grandeza de Pogacar. Simplemente, un regalo para todos lo que amamos el ciclismo. Ya decíamos hace un año que no cabía duda de que es el ciclista más completo de estos tiempos, y sólo un hombre de gran fondo como Vingegaard podía discutirle la hegemonía en el Tour. No sabemos lo que hubiera ocurrido si el danés hubiera venido al 100%. Pero lo que sí podemos decir es que Tadej ha llegado mucho más fuerte, más poderoso y con más fondo que en años anteriores. Y ha terminado ganando como en su día lo hicieran Merckx o Hinault – porque Induráin, ya se sabe, dominaba igual pero no eran tan acaparador. Si no me dejo nada, en 2024, el angelito esloveno lleva en su mochila Strade Bianche, Volta a Catalunya, Lieja-Bastogne-Lieja, Giro de Italia (ganado con una pierna) y Tour de Francia. Ahí queda… y lo que vendrá.
Y sí hubo días en los que pensamos que podríamos ver otro Tour. Tras la maravillosa etapa del Galibier, en la que realmente Pogacar hizo su renta de segundos jugándose el físico en aquella impresionante bajada, hubo un momento que nos hizo frotarnos los ojos: la etapa de Le Lorian, cuando parecía que el esloveno iba a dar otro mordisco en la general y, sin embargo, Vingegaard fue capaz de limarle segundo a segundo en la penúltima subida, enganchar con él y hasta ganarle el sprint. ¿Tan en forma llegaba, realmente en condiciones de volver a mojarle la oreja en la última semana? Fueron las dos etapas pirenaicas las que despejaron las dudas. Allí no fueron mordiscos, sino dentelladas de Tadej, y desde ese día ya sabíamos quién era el rey absoluto este Tour. Lo de las tres etapas finales ha sido pura exhibición, para enmarcar y dejarlo en la memoria.
Por lo demás, este Tour deja otro hecho histórico, la ansiada victoria de Mark Cavendish para superar el récord de victorias de etapa de Eddy Merckx. Y, sobre todo, el emocionante homenaje de TODOS los corredores del pelotón, que uno a uno se acercaron a rendirle pleitesía. Y mira que, si recordamos las primeras etapas, el sprinter británico estuvo al borde del fuera de control, y ha terminado completando toda la carrera y feliz. Y como hemos tenido muchos sprints, pues gloria para Biniam Girmay, el eritreo que se ha llevado tres etapas y finalmente el maillot verde, a pesar de que también tres y muchos segundos puestos hizo el que se presume mejor esprínter del momento, Jasper Philipsen.
En cuanto a los españoles, a lo mejor nos vinimos un poco arriba el año pasado, y este nos ha venido el bajón. Pero digamos que no ha estado tan mal. No hemos conseguido victorias de etapa, tampoco hemos andado muy lejos, y tengamos en cuenta que dos de nuestros cazadores –Pello Bilbao y Ion Izaguirre– tuvieron que bajarse de la bici antes de tiempo. Esperábamos mucho de Carlos Martínez, pero las fuerzas, y posiblemente la salud, le han hecho ir de más a menos para al final salvar una digna séptima plaza. De Enric Mas qué vamos a decir, que cuando ya no tenía opciones en la general, se ha liberado de responsabilidad y es cuando se le han visto mejores piernas y su clase de corredor. El mejor, sin duda, Mikel Landa, que es otro que demuestra que ofrece su mejor versión cuando trabaja para un líder y por lo tanto el líder no es él. Y aunque poco se ha comentado, es justo valorar el sexto puesto final de Movistar en la clasificación por equipos. Se les ha visto en las escapadas con Oier Lazkano y Mas, y en los sprints con Gaviria, no podemos decir que no.
Pues hemos vivido otro Tour que, por muchas razones, no olvidaremos. En lo deportivo, por las estampas que nos ha dejado el que ya es con todo derecho uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos. Con ganas de que empiece el siguiente y ver dónde está cada cual. Pero antes, queda temporada. Y sobre todo, una Vuelta a España que, todo indica que sí, volverá a contar con un plantel de corredores de lujo. Con batalla y espectáculo asegurados.
Lo dicho, larga vida al nuevo ciclismo y al Tour.
(Foto: Marco Bertorello, AFP)