La Eurocopa… de los europeos

El fútbol une a los países. Sí, con excepciones como España. Hace una semana hemos tenido elecciones europeas. Cada uno, en sus respectivos países, ha votado lo suyo. Pero acaba de empezar la Eurocopa 2024. Y en Alemania, en Francia, Italia, Países Bajos, Hungría… la inmensa mayoría de los que votaron el domingo pasado cambiarán el chip y estarán todos a una con su selección.

Y con sus figuras. Resulta que, si repasamos el plantel de los que se espera que sean los grandes protagonistas de este mes de fútbol, entre ellos están: por Francia, Mbappé, Dembelé, Thuram, Camavinga…; por Alemania, Rüdiger, Gündogan, Sané…; en Inglaterra, Bellingham, Saka…; en Italia, Jorginho, El Shaarawy…; en Holanda, Van Dijk, de Pay…; en España, Nico Williams, Lamine Yamal… Y un largo etcétera. Sí, todos inmigrantes o descendientes de ellos. Algunos con varias generaciones ya en los países a los que hoy representan. Otros cuyos padres llegaron al continente en patera.

Cierto, también están Harry Kane, Toni Kross, Griezmann o Rodri, que son europeos “de toda la vida”, es decir, blancos. Pero ya no se distinguen de los negros, mulatos o de raza árabe con los que comparten alineación. Para sus hinchas, todos son de su equipo, de su selección, y no hay distinción. En España la hay, pero no tanto por cuestión de raza y procedencia, sino por el club y las regiones a que pertenecen: de entrada, muchos madrileños detestan a una selección en la que abunden catalanes y vascos; y muchos culés reniegan de una formación con madridistas, y viceversa. Eso sí, a veces pasa que llegamos a semifinales, entonces se nos olvida casi todo. Y a por ellos, oé oé…

Lo llamativo es que, cuando se trató de manifestarse en clave política, en muchos de estos países han obtenido espectaculares resultados -incluso la victoria- partidos que rechazan de plano la inmigración. Se supone entonces que muchos de los fans de estas selecciones han votado eso, y en cambio, ahora van a animar y se les va a hacer la boca agua con las jugadas y los goles de Mbappé, Gündogan, de Pay… en Inglaterra no han votado ahora, pero también hay partidos xenófobos y racistas de fuerte implantación. Y a Jude Bellingham ya no creo que le envíen cartas con una bala dentro como en su día hicieron con Laurie Cunningham cuando fue el primer negro que debutó con la selección inglesa.

Porque sí que era noticia -y para muchos un escarnio-, en los años 70, que en las ligas y selecciones europeas se viera a futbolistas que no fueran de raza blanca. Excepción hecha, claro, de los fichajes, figuras que vinieran de Brasil o de otros países de Sudamérica y África. Esos no eran inmigrantes sino estrellas importadas. Pero veías partidos por televisión de aquella época o mirabas los cromos y sólo en Francia y Portugal era habitual ver futbolistas negros, quizás porque esos países asimilaron a sus inmigrantes antes que otros o, simplemente, tuvieron la mente más abierta para adoptar su talento. Pero era inimaginable en selecciones como la alemana, inglesa, belga o neerlandesa de ese tiempo.

A finales de esa década y en los 80, los clubs y la selección de Países Bajos ya empezaron a integrar a sus moluqueños y surinameses, y los ingleses a sus jamaicanos. Pero tampoco fue igual. Unos, los orange, lo hicieron con toda naturalidad. Y en las islas, con una gran contestación. A John Barnes, ídolo del Liverpool de esos años, le tiraban plátanos al campo sus propios aficionados.

En los 90, esas selecciones ya eran multirraciales y a nadie le sorprendía ni, en general, molestaba. Los alemanes empezaron a incorporar a nativos de origen turco -por ejemplo, del medio millón que viven en Berlín– y para el Mundial de 2002 convocaron al ghanés Assamoah, primer negro en debutar con la Mannschaft. Y hasta España e Italia, países que no tenían gran población de esa raza, empezaron a recibirla y poco a poco dio en aflorar en el deporte y en las selecciones nacionales, lo mismo que los de origen árabe. Ahí los tenemos hoy y bien nos va con ellos.

Por cierto, en España tuvimos en los 70 nuestro affair particular con los oriundos, que es otro asunto. Sudamericanos que no eran inmigrantes, sino fichajes, y los españolizábamos en virtud de sus parientes lejanos o a base de casarlos con chicas españolas -a las que ni conocían- para que pudieran obtener la nacionalidad. Así, no ocupaban plaza de extranjero en los clubs -sólo se permitían dos y el Atlético de Madrid, por ejemplo, tenía seis o siete- y podían ir a la selección. Hasta que la UEFA nos metió un buen puro y estuvo a punto de expulsarnos de una Eurocopa. Ahí se acabó el chollo.

El asunto es que hoy, en una Europa cuya gran parte de su población ha dado en cuestionar seriamente la inmigración, está totalmente normalizada la presencia de inmigrantes en los clubs y en las selecciones nacionales. Y no sólo eso, si no que van ganando peso y protagonismo, hasta el punto de que ya son figuras y referentes, como queda reflejado en la somera lista que hemos dado arriba. Pero parece que el fútbol es una cosa y la vida es otra.

Lo que sí es curioso, y puede que sea sólo casualidad, es que, si bien cada vez son más y con más proyección en el fútbol europeo, no parece que lleguen tan fácilmente a lo más alto de los escalafones. Por ejemplo, si nos atenemos a la lista de balones de oro desde que se instaurara este premio en 1956, sólo cuatro inmigrantes lo han ganado si me salen las cuentas: el portugués Eusebio en los 60, el neerlandés Ruud Gullit en los 80 y los franceses Zinedine Zidane en 2000 y Karim Benzema hace dos años. Lo normal es que, si se mantiene la tendencia, veamos muchos más en los próximos años. Y si no, a lo mejor es por algo.

Y en fin, a los que nos gusta el fútbol, disfrutemos esta Eurocopa que, como suele pasar, nos dejará grandes momentos, puede que alegrías y a lo mejor sinsabores. Y que la disfruten todos los europeos. Cada uno con sus selecciones, con sus jugadores… y sus compatriotas, que al menos por este mes, todos admitirán que lo son.

(Foto: TheAndrasBarta)

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