Antisemita, ¿de qué…?

Podríamos intentar llamar a las cosas por su nombre: antisemitismo significa odio, rechazo o prejuicio hacia los judíos como pueblo y raza. Por lo tanto, podemos identificarlo con racismo. Antijudaísmo es lo mismo, pero hacia la religión judía. Y antisionismo se refiere, básicamente, a la oposición a la creación del estado de Israel en 1948.

Así, hay que evitar que nos confundan. Se puede ser antisionista sin ser antisemita ni ir contra su religión. Se puede criticar a Israel o a su gobierno sin ser antisionista. Y si puede estar en total desacuerdo con sus actuaciones sin ser ninguna de las tres cosas.

Tanto por su religión como por su raza, los judíos han sufrido persecución durante siglos, y el hecho histórico más sangrante y trágico fue, ya lo sabemos, el holocausto perpetrado por los nazis que gobernaron Alemania hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Eso sí fue antisemitismo, además de otras cosas. Y lo han sido otras formas y manifestaciones de desprecio, opresión o segregación que ha sufrido este pueblo.

Pero en estos tiempos, y no sólo a raíz de los desoladores acontecimientos que estamos viviendo en Gaza, se usa con mucha ligereza el término antisemita para señalar cualquier acción u opinión contraria a los intereses de Israel, fundamentalmente a los de su Gobierno. También a los de muchos judíos repartidos por todo el mundo. Y no es así.

Podrá ser discutible, opinable, pero en ningún caso antisemita, lo siguiente:

  • Condenar los ataques indiscriminados al pueblo palestino en Gaza y Cisjordania.
  • Entender que la respuesta del gobierno y la acción del ejército de Israel traspasan con creces lo que se argumenta como legítima defensa.
  • Denunciar el sistemático maltrato que Israel lleva décadas ejerciendo sobre los habitantes de la franja.
  • Condenar el continuo bloqueo a la ayuda humanitaria.
  • Reconocer al estado palestino y su derecho, simplemente, a existir.
  • Solidarizarse con toda la gente que sufre en sus carnes y en sus familias la guerra y el terrorismo, vengan de donde y de quien vengan.
  • Apoyar las resoluciones de la ONU y de todos los altos tribunales que, de una forma u otra, instan al Gobierno de Israel a parar la masacre.
  • Pedir que se detenga la venta de armas a Israel.
  • Criticar la hipocresía general de la comunidad internacional.
  • Renegar de los que se posicionan en el conflicto, casi todos en la misma dirección, guiados por intereses políticos o económicos.
  • Entender que Israel no tiene hoy un gobierno honesto ni propio de un estado de derecho.
  • Reclamar un alto el fuego permanente.
  • Pedir la paz en la región, ahora y de una vez por todas.

Se puede respetar y sentir aprecio por los judíos, tanto los que son ciudadanos israelís como los que viven repartidos y son ciudadanos de cualquier país del mundo. Admirar su cultura y conocer a su gente. Se puede y se debe condenar cualquier acto de violencia que sufren por parte de grupos terroristas como Hamás. Pero si su gobierno actúa con la violencia que ha desatado no ya contra un grupo terrorista, sino contra todo un pueblo, también se puede y se debe condenar. Igual de mezquino es ignorar una cosa como la otra.

Esto no es antisemitismo.

No nos llamen racistas.

(Foto: GidonPico)

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