La muerte es así…

No la he inventado yo. De maldito, temerario, vilipendiado por sus barrabasadas, sólo pelo en la cabeza, Marco Simoncelli ha pasado en un segundo a carismático, irreverente, genial y el legítimo sucesor de Valentino Rossi. En ese segundo que separa el ser y el no ser, lo humano de lo eterno. De escuchar y saber todo lo malo que dicen de ti y, a ya no enterarte de lo bien que hablarán. La muerte es así, no la he inventado yo. Nos estamos acostumbrando demasiado a verla en directo, temo que pase a formar parte del espectáculo, de todos los espectáculos, de Gadafi a Dan Wheldon en solo una semana. Quizás fuera lo único que nos separaba del Circo Romano, y ahora ni siquiera. Ayer se suspendió la carrera de Moto GP nada ver y rápidamente comprender la fatalidad del accidente. ¿Qué hubiera pasado si el Mundial no estuviera ya decidido, faltando sólo una carrera? Este año ha muerto un ciclista en el Giro, antes pasó en los JJOO de Invierno, el año pasado fue lo de Tomizawa. A Simoncelli le ha elegido el mismo circuito para darle la gloria –aquí ganó el Mundial de 250- y para hacerle eterno. La muerte es así, no la he inventado yo. No sé por qué me da por pensar que lo motero y lo taurino tienen bastante en el fondo que ver, lazos de pasión y devoción, cuestión de apurar la vida y desafiar el destino agarrado a un par de cuernos. Solo que ahora se muere mucho más en los circuitos –y no digamos en las carreteras- que en los ruedos. “Con Antoñete en el Paraíso”, recuerdo que fue el titular de la crónica de una de sus grandes apoteosis en Las Ventas. Sin ser ni motero ni taurino, algo se me paró ayer en boxes o en barrera, se han ido un piloto italiano de Cattolica y un torero de Madrid. Y en estas se nos viene noviembre. No la he inventado yo.

P.D. Busqué dos fotos para ilustrar este artículo, pero finalmente no he tenido ganas de ponerlas.