70 veces Dylan

“No llores mi querida, Dios nos vigila, Soon the horse will take us to Durango”. Pues no son tantos, la verdad. Sería enero o febrero de 1977, con doce años me compraba por 465 pesetas el número uno de las listas de LPs más vendidos en España en ese momento: Desire, de Bob Dylan. Era un salto de calidad importante y no fácil de asimilar para un imberbe en esto de la música, que acaso llevaría un año escuchando los 40 principales y procesando casi indiscriminadamente todo lo que le entraba por los oídos. Pero aquello creo que ya me elevó varios puntos. “Here comes the story of the Hurricane, The man the authorities came to blame”. Quizás a partir de ese momento ya empecé a saber seleccionar un poco mejor. En realidad me lo compré por Hurricane, la única canción que había escuchado del disco. Leo algunos ranking –siempre personales- de los mejores temas de Dylan y me extraña, y no comparto, no encontrarla. Vale Mr. Tambourine Man, indiscutible Blowin in the Wind, totalmente The Times they Are-a-Changin, Lay Lady Lay y por supuesto Like a Rolling Stone. Pero Hurricane también. Seguramente el Zimmerman más enérgico, y el primero que yo conocía. “And to the black folks he was just a crazy nigger. No one doubted that he pulled the trigger”. Pero sí, Desire era duro de roer para mi ternura de entonces. Temas de ocho, nueve, 11 minutos. Las armónicas, esos arreglos como de carro oxidado y lo que me sonaba a enormes desiertos instrumentales que había que cruzar para volver a encontrar la poesía. Que claro, yo entonces no entendía. “Isis, oh, Isis, you mystical child. What drives me to you is what drives me insane. I still can remember the way that you smiled On the fifth day of May in the drizzlin’ rain”. Pero sí entendía la melodía, que al fin y al cabo suele ser la verdadera poesía de una canción. Lo escuchaba más y me gustaba más, me llegaba y lo iba entendiendo todo. Era, es un disco redondo. “I like to spend some time in Mozambique The sunny sky is aqua blue”. Con el tiempo, ya empecé a situar a Bob Dylan espacio-temporalmente. Al fin y al cabo, Desire era nada menos que su decimo-sexto trabajo. Entonces en los siguientes años le vería crecer hacia adelante y hacia atrás, como un enorme lago en el que has caído hacia la mitad y no atisbas su límite ni por un lado ni por el otro. Y sobre todo su influencia. Como creo que dijo Joan Baez, la gente se retuerce las neuronas para querer interpretar todo lo que Bob ha dicho en cada verso de cada una de sus cientos de canciones. Y él, seguramente, ni siquiera sabía lo que realmente quería decir muchas veces, pues como nos ha pasado a todos. Me contó Joaquín Luqui que hombre, cuando estabas delante de él entrevistándole, te esperarías un poco más y que él mismo se daba cuenta y te decía “bueno, es que lo mío es componer y cantar”. “One more cup of coffee for the road, One more cup of coffee ‘fore I go To the valley below”. El caso es que nadie, nadie de todos los tiempos se ha quedado indiferente ante él. Ahora, intento abarcar toda su carrera y se me antoja un paisaje desordenado. Pero claro, menudo desorden divino. Y en fin, siempre se me ha antojado como el hermano mayor de todos esos tótems que ha dado este Nuevo Testamento (con perdón) que ha sido la música popular desde los sesenta hasta acá. Quizás porque le conocí el primero. Porque realmente no es tan mayor. Es que si intentamos ser conscientes de todo lo que tiene y lo que lleva, y todo lo que significa, 70 años son muy pocos.“Agarrame, mi vida Soon the desert will be gone, Soon you will be dancing the fandango”.