A la vuelta de aquel viaje escribíamos unas pequeñas memorias – Croacia Express– y en uno de sus episodios decíamos:
… Pero aún quedan horas de tortuosa vuelta. Otra vez la costa dálmata, sus cañones, calas, acantilados, etc., etc., etc… desfilando en elocuente simetría respecto a la primera etapa. No sé si la luz es diferente porque ahora hacemos la ruta por la tarde o porque ya nos hemos aprendido aquel camino que fue o que más bien nos pareció virgen. Empieza a oler a despedida cuando paramos un rato frente al valle del Neretva… a darnos un poco de consuelo en las heridas. (…). La Rakija no es exactamente bosnia, pero mejor comprarla allí.
(…) Dubrovnik de noche. La piedra iluminada. La muralla serena, imperturbable. Se contienen el tiempo y el aliento. No hay duda de que nos estaba esperando. La tumbaron varias veces y se levantó, así no debe extrañar que ahora nos reciba tan segura e imponente. Entramos titubeantes, aún pasmados por el primer impacto. Todavía no sabemos ciertamente hacia dónde ir pero la fuerza interior de esta ciudad nos atrae directamente a su corazón. Sorteamos regueros de caras bronceadas que mañana seguramente ya no pasearán por aquí, habrán sido reemplazadas por los nuevos visitantes de paso, como el río de Heráclito en el que no puedes bañarte dos veces.
¿Cuánto me hablaron, me contaron, me prometieron de la Perla del Adriático? ¿Cuánto les hablaron, les contaron y les prometieron de la Perla del Adriático a todos los que han venido hasta aquí, a mis compañeros de grupo, a todos estos miles de viajeros globales que copan las terrazas y no ven el momento de marcharse? Y ahora entiendo que todo era poco. No es una ciudad para contarla. Es para verla. Y marcharse. Sí, marcharse para recordarla, para que la rutina de varios días seguidos no nos permita aprendérnosla de memoria nunca jamás.
Sí, era Dubrovnik la “ciudad-río” y siento el mareo. La foto es de la Costa Dálmata desde el autobús justo llegando, el Adriático parece acotado por ese recital de islas, islotes e islones. En muchas de las cuales se da el mármol rosa –la más famosa Korcula, donde además nació Marco Polo-, más basto que el de Carrara pero que los nativos croatas sabían trabajar magistralmente para la construcción. De hecho, como muchos de ellos emigraron a principios del siglo XX a Argentina y Chile, es la causa de que por ejemplo en Buenos Aires haya tantos edificios rosados. Y la franja de país es Bosnia, que pidió y se le dio una salida al mar, de manera que 25 km del viaje por esa costa se hacen por su territorio, el inconveniente es tener que franquear dos veces la aduana y la ventaja es que en mitad del camino paras obligatoriamente en una estación de servicio con tienda en la que tienen lo mismo que en Croacia pero más barato.
Creo que no me quedan más cabos sueltos. Ha sido la que ha necesitado más explicación, reconozco que esta vez era un poquito complejo y me di cuenta sobre la marcha. ¿El ganador? Todos habéis estado enormes, si bien hay que reconocer que el primero en mencionar Dubrovnik fue Oñate. Bueno, podemos compartir todos una botellita de Rakija tan pronto como me la vuelvan a regalar. Dense por aludidos colegas croatas, bosnios, serbios, montenegrinos…
Pues enhorabuena al Sr Oñate. Yo me emperré en Riejka, entre otras cosas porque en croata significa «río». No he estado fino…
Esta vez el texto ha sido un engaño claro…… vaya mareo…. ¿Que tiene Dubrovnic de ciudad-rio??????? Pero damos ganador a Oñate…… yo tengo muchas fotos desde la ciudad y no se parecen en nada a esta….. pero ya aclaras que es desde el bus, me imagino que llegando desde arriba que se ve toda la costa…… AL MENOS HEMOS APRENDIDO GEOGRAFÍA Y HE DESCUBIERTO UNOS CUANTOS PARQUES BIEN CHULOS PARA IR…..
¿Esto vale para subir de una vez a Primera?