Ley Sinde, el retorno ¿Y qué hay de nuevo, viejo?

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Aquí no nos gusta pecar de presuntuosos pero lo cierto es que ya lo adelantábamos Internet sin ley… 22-12-2010 Por mucho que la Ley Sinde pudiera morir en el Congreso, siempre podría resucitar en el Senado, pero el problema seguiría ahí. Y así va a ser. Donde antes los partidos no supieron o no quisieron ponerse de acuerdo, ahora lo han tenido a bien. Esto es política, no debate sobre los derechos de Propiedad Intelectual en Internet. Como hubiera quedado poco presentable bautizar ahora lo mismo que enterraron hace un mes, PSOE, PP y CiU se han preocupado de refundir un poco el texto, dando lugar a una “nueva” Ley que mantiene el mismo espíritu pero modifica un tanto los mecanismos de aplicación, si acaso haciéndolos un poco más farragosos, a cuento de la doble tutela judicial. Pero es lo mismo, el juez sigue sin decidir sobre lo fundamental de la cuestión, esto es, si hay o no delito contra la Propiedad Intelectual en cada caso denunciado. A ver, aquí lo más inteligente y de sentido común que se ha planteado de un mes a esta parte han sido las reuniones promovidas por Alex de la Iglesia para poner frente a frente los argumentos de los creadores y de los internautas y tratar de buscar acuerdos y soluciones. Aunque sea tan tarde, mi amor. Antes que un árbitro y un reglamento, necesitamos saber a qué juego estamos jugando, qué tiene que hacer cada uno para ganar y sobre qué campo se van a disputar los partidos. La Cultura tiene ahora otros canales de difusión y distribución –mucho más potentes que los anteriores- y por ello debe adaptarse y también adaptar sus precios; los consumidores tienen ahora muchos más medios para acceder a esa cultura y además pueden beneficiarse de pagar menos por ella, sabiendo que han de pagar. Quienes estén de acuerdo en estas premisas están en disposición de encontrar soluciones, la tecnología las permite y es cuestión de imaginación y talento, que también los hay. Quienes sigan queriendo cobrar lo que ya nadie está dispuesto pagar y quienes se niegan a pagar por nada, no van a ponerse de acuerdo nunca y vivirán en permanente estado de cabreo. Otra cuestión será hablar con el taquillero, que no puede seguir quedándose con todo el dinero de la entrada. Pero también se le puede convencer de que hay soluciones para todos. Desliemos entonces la madeja de cables, quitemos los pelados, y luego ya se tratará de vigilar para que no se vuelvan a cruzar.

Como he mencionado a Alex de la Iglesia y por su oportunidad y actualidad, aquí su artículo de hoy en El País, en el que anuncia su dimisión de la Academia. Alex de la Iglesia, hoy en El País

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