Decía Ortega y Gasset –recito de memoria- que el que no se preocupa en absoluto por la política es un insensato, pero el que todo lo convierte y lo explica por la política es un imbécil. ¿Somos en España un país de imbéciles? Defenderé que no, pero reconozco que a veces lo parecemos. Demasiadas veces. Lo que tenemos hoy en el mundo occidental es posiblemente la mayor depresión económica de los siglos XX y XXI, y yo no lo sé porque no he vivido todo ese tiempo en todos los países. Es lo que le leo y oigo a expertos, economistas, gente, entre otras cosas, que no son políticos. Pero en España, muy aficionados que somos a simplificar las cosas, cuando hablamos de esta crisis, realmente ¿de qué hablamos más, de economía o de política? Porque enciendes la radio, buscas en Internet o abres los periódicos, y la información sobre el tema viene prácticamente copada –y sesgada- por declaraciones políticas o por comentarios y valoraciones de analistas políticos, de tertulianos, editorialistas, todos ellos muy comprometidos con llevar el asunto a su terreno y utilizar cualquier dato, postura o medida para atizar al adversario, habitualmente mediático más que otra cosa. “La crisis de Zapatero”, “el despilfarro del Gobierno” o –últimamente- “el zapatazo social” son algunas de las definiciones que se dan –y muchos se creen y dan por buena- de la situación que estamos viviendo. De economía, ciertamente, no es que no se escriba o no se hable, más bien es que se lee y se escucha poco. Como se hace muy árido y aburrido empaparse de un análisis económico en profundidad, parece más fácil y más divertido informar e informarse de las soflamas y barbaridades que se propagan en la hoguera política. Esa sería una teoría ¿Pero no será –pienso y pregunto- que mientras nuestras empresas, nuestro empleo y nuestro escenario social se desangran, a algunos les interesa que se siga hablando de política? Por ejemplo, hoy el tema es la inconcreta subida de impuestos “a los que más tienen” anunciada ayer –caótica y desorganizadamente- por el Gobierno. No tenemos aún ni idea de en qué va a consistir esta medida –me temo que el Gobierno tampoco la tiene- pero hoy ya tenemos servido el debate sobre si es oportunismo, populismo o que es “una medida demagógica” un impuesto a las grandes fortunas. Tengo entendido que en España hay cerca de 400.000 individuos con rentas altísimas –no altas- que consiguen año a año, y de forma aparentemente legal, eximirse del pago del 90% de sus impuestos. ¿Por qué no se habla de esto? O, en un ámbito más global, hablamos y nos referimos constantemente a “los mercados” como si fuesen los demiurgos que rigen el destino de nuestra civilización, y ¿quién son esos “mercados”, qué respiran, a qué se dedican, qué hay detrás de esos nombres tan biensonantes, generalmente anglo-sajones y generalmente con un & en medio, que un día vamos a ver salir a los faraones en estampida porque Justerini & Brooks ha vaticinado que las pirámides se van a derrumbar? No, tampoco hablamos de esto. Porque interesa seguir hablando de política, ¿verdad? ¿Y a quién? Pregunto yo ingenuo.
Como digo que echo de menos análisis serios y en profundidad sobre la situación, ya que encuentro uno (que me envía mi querido Alfred, gracias amigo), me apetece compartirlo con vosotros. Es de Vicenç Navarro, economista, politólogo y profesor, actualmente catedrático de la Universidad Pompeu Fabra. Lo que no se dice de la crisis, Vicenç Navarro. Público.
A ver si nos vamos enterando.