El semblante sereno, la lengua afilada. Tiburón tiburón, adónde vas con esos dientes de sierra eléctrica, relucientes, ansiosos de carne fresca con tomate. Mira por dónde esta mañana te voy a escribir una línea más y me voy, será que me da por acordarme de aquellas reuniones coñazo con aquel cliente coñazo que compartimos, o será que echo de menos una de esas miradas bien iluminadas que me alegraban la mañana. Tiburón tiburón, no te me desmayes en la salita, aguanta un poco que ahora vas a ver pasar una larga aparición en pantalón de golf, a cuadros te vas a quedar –y yo- cuando nos enteremos de lo que vale ya un peine estratégico, que de paraguas mejor ni hablamos. Unos salen en los papeles grandes y otros en los papeles de fumar, Tiburón tiburón, tu noticia no la corta ni San Epifanio ni le cambian el titular, además hoy va con buena foto que la he visto yo. El retaco cabrón se lleva los partidos de calle, le basta con un mordisquito en la yugular y si no en la canilla, pero siempre con cariño y simpatía, que Hugo un día en que esos músculos se relajaron dentro de lo que cabe. Antes había que partirse el pecho en esas canchas y botar la bola con mucha energía, hoy merece más la pena acariciarla con mesura, ver la jugada entre líneas y elegir bien el bocado, digo el pase. Dicen que se está poniendo de moda y hasta van a abrir un bazar de mandíbulas, siete pisos, las tienen de todas clases y tamaños. A la entrada un letrero dice “looking for an intelligent person for the account”. Sí amiga, in every account hace falta una persona inteligente (Escuchar canción 🙂), y sobre todo in the account of the life.
Y ahora ya sí que una más y me voy: cuánto te quiero Tiburón tiburón.