No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante / El Hamburg, una galeaza a remo y vela, de tres palos, línea enjuta y setenta y cinco varas de eslora, dedicada al cabotaje, rebasó lentamente la bocana y salió a mar abierta / El sacristán Celso Tembura, al que llaman Arneirón los amigos, otros le dicen Cornecho y él tampoco lo toma a mal, y que laña castañetas y fríe pajaritos como nadie, pardales, xílgaros, verderoles, también diseca sapos y lechuzas, todo por diversión…/ Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer / Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo / Después de cerrar la puerta, tras la última visita, Carmen recuesta levemente la nuca en la pared hasta notar el contacto frío de su superficie y parpadea varias veces como deslumbrada / Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color del cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte lleva ya mucho tiempo borrada / Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
Son sólo unas cuantas. Hay muchas más…