Aquel CeBIT (o tempora, o mores)

Aquel CeBIT Aquel CeBIT, el de hace no muchos años, era como el Mundial de la informática, como los Juegos Olímpicos tecnológicos. Sus 24 pabellones se erigían y se iban desplegando ante ti según avanzabas por la avenida central de la Hannover Messe y te intimidaban, como si te dispusieras a afrontar los Alpes y el 24, el de más al fondo, era como el Galibier. De hecho eran las únicas montañas que se veían y se ven en Hannover. Sólo en el Pabellón 1 –el pabellón de los horrores lo llamaba yo- cabía todo un SIMO de su mejor época. En CeBIT, que yo viera, se presentó el primer PC con procesador Pentium –o tempora, o mores- y Apple vistió de largo su tecnología Newton, lo que luego supuso el gran batacazo que estuvo a punto de terminar con la compañía por obra y gracia del “recordado” – y alemán para más señas- Michel Spindler. CeBIT era una feria terrorífica pero, amigo, excelentemente organizada. Inmensa y sin embargo abarcable. Te cundía, el tiempo parecía correr más despacio –ironía en esa F-1 continua que son las tecnologías- y llegabas puntual siempre o casi siempre, lo encontrabas todo o casi todo, y ese potente Centro de Prensa en el que no te faltaba de nada. En España había un delegado de la feria, Pedro Mahringer –austriaco para más señas- que cuidaba a los expositores y a los periodistas españoles con esmero, casi con cariño, se desvivía para que no te faltara de nada. Era un Señor que representaba a una Señora feria. Poco más ocurría en el sector, en todo el mundo, durante la semana en la que se celebraba el CeBIT.

Ahora el CeBIT se celebra igual, en marzo como cada invierno de Hannover, pero pasa casi desapercibido. Si nos hemos enterado este año es porque España ha sido el país invitado de esta edición, Zapatero se ha hecho una foto con Merkel y gracias a eso los diarios han informado, en segunda línea, de que han acudido 70 empresas españolas, 25 de ellas madrileñas llevadas de la mano por la Cámara de Comercio. Por lo demás, poco se sabe –hace tiempo ya- de grandes novedades, grandes anuncios, grandes inventos que allí se presenten. Sigue siendo la más grande, sin duda, pero ya no tiene tanto que contar, aparte de que las cifras de expositores y visitantes han menguado drásticamente. Su declive no es ya por ella misma, seguramente es el sector, que ya no está para ferias. Ni siquiera por la crisis, más bien porque las empresas ya se organizan de otra manera y otras prioridades marcan sus calendarios. Eso sí, estoy seguro –hace ya siete años que no voy- de que sigue tan bien organizada como siempre, hasta habrá ahora más hoteles que entonces, que esa ciudad sigue viviendo de las ferias todo el año, no sólo de esta. Y por las noches –gélidas y a menudo blancas- de Hannover seguirá corriendo la cerveza, que allí en realidad es la verdadera e indiscutible Red de Redes.

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