Operación Roscón

roscon

Sí, conozco alguna casa de este país –la conozco muy bien- en la que la llegada del Roscón de Reyes se ha convertido en el hecho más significativo de las navidades. Ni uvas ni cordero ni árbol ni nacimiento. La Operación Roscón transcurre aproximadamente entre el 2 y el 10 de enero, variando día arriba o día abajo según los años. Se desarrolla en tres fases. La primera, apenas superado el Año Nuevo. Un roscón ligero, moderado, para abrir boca, y que te va avisando de lo que viene. Porque la segunda fase es la más importante, y sin duda la más espectacular. Un roscón catedralicio, descomunal, que llega cada año en vísperas de la Noche de Reyes desde pastelerías enblemáticas de Madrid como San Onofre o Formentor. Si El Escorial lo hubieran hecho al horno, sería este roscón. Te lo imaginas traído por enormes grúas, que lo depositan con sumo cuidado –va repleeeeto de nata por dentro- y no entiendes cómo puede caber en la nevera. Mucho menos concibes cómo, a la sobremesa del 6 de enero, puede haber quedado reducido a un cuarto de luna menguante. Y el 7 de enero ya no existe. Cobra sentido entonces la tercera fase. El primer fin de semana después de Reyes viene un pequeño rosconcillo nostálgico, el último bocado para recordarlo hasta el año que viene. La media de gasto nacional –según parece unos 20 euros- ha quedado pulverizada un año más. Y ni que decir tiene que en la Operación Roscón no están admitidos ejemplares como el que oferta Carrefour por 6,90 euros. Sí, para mi señora madre la Navidad sin roscón carece de sentido. Y el roscón sin nata es el absurdo existencial.

(Foto publicada en elpais.com)

1 comentario

Deja un comentario