Siempre he pensado que John Lennon es tan grande que la fecha de su muerte abarca dos días, no cabe en uno solo. Sucedió en Nueva York el 8 de diciembre de 1980, pero en Europa ya era 9. En realidad, y como dijo entonces Joaquín Luqui, era su muerte física porque sigue estando entre nosotros. Es más, y eso lo digo yo, pocos muertos siguen hoy tan vivos. ¿El personaje más influyente del siglo XX? No sabría decir, pero desde luego está entre los más. Quien me conoce bien sabe que yo soy macartniano hasta la médula, pero ante todo beatlemano irreductible. Y no tengo dudas en considerar que John Lennon fue el verdadero inspirador, impulsor, catalizador de ese monumento de la música y de la humanidad que son los Beatles. Él formó el grupo, él decidió con quién, conoció a un genio llamado Paul y juntos multiplicaron sus talentos por miles, eso que ahora se da en llamar sinergia. Luego Paul convenció a John para integrar a otro genio en potencia, más discreto y calladito, llamado George Harrison. Pero John era el jefe. Si Paul fue seguramente el más determinante en la evolución musical, John marcó la línea ideológica, la esencia, la personalidad del grupo. Era el borde, el irónico, el enérgico y hasta el bocazas, pero luego sabía ser el más tierno, el más introspectivo. Y suyos eran los mensajes más directos, los que llegaban a la gente, a los gobiernos o simplemente al corazón. Más que el músico, fue el hombre, el personaje capaz de liderar a toda una generación y de influir en las posteriores. Él mismo lo definió, así de simple: si los Beatles o los 60 tuvieron un mensaje, ese fue aprende a nadar, y una vez hayas aprendido, nada. Y en esas estamos, muchos aprendieron a nadar y hoy podemos decir, en efecto, que fue un soñador pero no fue el único. Mientras la vida sigue pasando mientras estamos atentos a otras cosas, de vez en cuando nos acordamos de que existe John Lennon. Y además de admirarle, hay que darle las gracias siempre.
Os dejo con Strawberry Fields Forever. Siempre, siempre.