Irán, esa democracia «ejemplar»

gran_elecciones_iranUn 84% de participación popular en unas elecciones generales ya lo firmarían la mayoría de las democracias al uso. Hasta tuvieron que cerrar los colegios dos horas más tarde, para que a todo el mundo le diera tiempo a votar. Desgraciadamente, puede que éste sea el único elemento “ejemplar” en las recientemente celebradas en Irán. Ya van siete muertos desde que el sábado se conocieran los resultados oficiales. Se acaba de abrir la posibilidad a un nuevo recuento de los votos. Y para hoy están convocadas sendas manifestaciones de apoyo a los dos principales candidatos, con el consiguiente riesgo de nuevos enfrentamientos. No podía decirse que las cosas fueran muy bien cuando pocos días antes de los comicios el propio jefe del Estado de un país se decanta decididamente por uno de los dos candidatos, el oficial y presidente saliente, Ahmadineyad. Pero ya van decididamente mal cuando recién cerradas las urnas se anuncia una rotunda victoria de éste, haciendo saltar las encuestas previas –aunque no muy fiables- que vaticinaban un resultado bien distinto. Y en lugar de difundirse los resultados desglosados por provincias, como conocemos los que habitualmente vivimos estas cosas, se anuncian por bloques de millones de votos, y siempre con el mismo resultado. El domingo, en Irán no funcionaba Internet ni se podían enviar SMSs. Facebook había sido bloqueado al día siguiente de arrancar la campaña electoral. Se dice que es uno de los países donde más  proliferan los blogs, como forma de expresión imposible de manifestar por otras vías. Allí nada puede suceder sin el visto bueno del Líder Supremo, Al Jamenei, el sucesor del ayatollah Jomeini, la máxima autoridad religiosa y jefe de Estado a la vez, sí, el mismo que había dicho que tenía que ganar Ahmadineyad. Entonces está claro, ¿no? “Ha salido Ahmadineyad”. El Irán tradicional ha derrotado al Irán moderno. El lunes, el citado “ganador” se explayaba en rueda de prensa ante los medios internacionales, todo suficiencia. Empezó proclamando la superioridad del modelo de democracia religiosa frente a la de los países occidentales, y avisando de que Irán es un país poderoso al que ninguna potencia podrá amenazar. Según se iba gustando, fue y espetó que “Irán es el principal pilar de la civilización; sin Irán no se puede definir la civilización”. Y además es un país “totalmente libre, en el que se respeta le ley y todos son iguales entre ella” (que se lo pregunten a las mujeres, cuyo testimonio judicial, por ejemplo, vale allí la mitad que el de un hombre, aparte de otras discriminaciones). Eso sí, aclarando que “si entre el centenar de periódicos que se publican hay dos o tres que tienen problemas, es lo normal en una nación en desarrollo y no hay que preocuparse por ello” (¿Y si es al revés, que uno o dos no tienen problemas y un centenar sí?). No le ha faltado ingenio ni humor a un comentarista radiofónico al que esta mañana he escuchado decir que cómo va a haber transparencia informativa en un país y en unas elecciones cuando el ganador tiene ese nombre tan impronunciable. Sí, y escribirlo también es un tormento. Pero si todo se quedara en esa anécdota…

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