Garrafón. Cuando año tras año asistimos a la guerra mediática por el fútbol, y en general por los deportes de gran difusión, siempre me he preguntado si no podría tener algún peso la opinión de los telespectadores. Es decir, si fuera posible conocer y tener en cuenta su grado de satisfacción con las retransmisiones a las que les toca asistir, sin posibilidad de elección. Si les gusta tal o cual comentarista, si les parece acertada la realización de tal cadena, la gestión de los espacios publicitarios… Por ejemplo, pueden elegir la emisora de radio o el periódico en el que van a leer la crónica al día siguiente. Pero tienen que tragarse el partido, el Mundial o la Olimpiada por la cadena que ha ganado la puja y se ha hecho con los derechos. Y sin posibilidad de protestar, de patalear, ni rechistar. Este fin de semana hemos asistido a un nuevo salto cualitativo en esa lucha desaforada por ganarse la audiencia sin tener el menor respeto…por la audiencia. Te anuncian tu partido “en abierto”, para que no te lo tengas que comprar. Pero te lo dan simultáneamente con otros ocho también “en abierto”, de manera que no ves tu partido sino la parte alícuota, poco más de 10 minutos, que algunos ni eso. “Pues entonces, para eso, voy y me lo compro”, dirás. Ah, pero es que tampoco te lo puedes comprar. A mí me parece que cualquier seguidor del Getafe, del Sporting o del Betis -por citar tres equipos de los que el sábado jugaban un partido decisivo- hubiera preferido pagar, o bajarse al bar de al lado, para ver a su equipo y sufrir con él. Pero no tuvieron opción. Y encima les daban los goles en diferido, en un alarde de desprecio por el interés informativo. Parafraseando al despotismo ilustrado, que propugnaba aquello de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, aquí podríamos decir que algunas cadenas hacen todo por la audiencia, pero sin la audiencia. El despotismo televisivo.
Un buen vino joven. Un detalle más de sensatez el de Pep Guardiola, que se ha autodescartado para el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes: “cuando tenga 60 años, y si todavía estoy, que me lo den”. Pero a ver quiénes son los insensatos que le han propuesto. Posiblemente los mismos que creyeron oportuno dárselo en su día a Sito Pons, a Fernando Alonso –cuando aún no había ganado su primer Mundial de F1- o a Arancha Sánchez Vicario –antes que a Steffi Graf-, rebajando el prestigio de lo que aspiraba a consolidarse como un galardón universal del deporte para convertirlo en un premio local como los que puede dar cualquier revista o una asociación de vecinos del pueblo de al lado.
Macallan. Mucho más coherente me parece la propuesta de candidatura conjunta de las alpinistas Edurne Pasabán, la austríaca Gerline Kaltenbrunner y la italiana Nives Meroi, las tres mujeres que mantienen su carrera por conquistar los 14 ochomiles. La semana pasada, las dos primeras han culminado su duodécima cumbre, con enorme sufrimiento en el caso de a española, mientras que la italiana sigue con once, tras renunciar en su intento debido a una enfermedad de su marido durante la ascensión. Este premio sí respondería a la filosofía fundacional del Premio Príncipe de Asturias, y se situaría a la altura de los concedidos a Hassiba Boulmerka, Sebastian Coe o Martina Navratilova, entre otros. Hablamos de un premio que siempre, y no a veces, debería reconocer las más grandes trayectorias y los gestos de alto valor humano en el deporte a escala mundial, y no un éxito puntual, por sonado que sea, de un deportista español, por mucho que nos guste o muy bien que nos caiga.
Absolut. Hablando de premios. La semana pasada proponíamos los acreedores a los títulos de honor de la temporada española de fútbol. Faltaba, claro, el Pichichi, que es un premio objetivo y no fruto de una decisión, de una opinión o de una votación. Bien, pues pase lo que pase al final, no me cabe duda de que Forlán ha sido el mejor delantero de esta liga. Y además está muy cerca de llevarse el Pichichi y la Bota de Oro. Pero aunque no fuera así. En un equipo que ha sido una montaña rusa de altibajos, en el que algunas de sus figuras se han implicado unos días mucho y muchos día nada, con continuos desplantes y malos rollos en el vestuario y en el banquillo, el uruguayo ha dado la cara en todos los partidos, en todos los campos, ha dejado de marcar en muy pocos, lleva la friolera de 31 goles, muchos de ellos decisivos, muchos de ellos de factura impecable. Y es, sencillamente, el máximo artífice de que este Atlético tenga ya casi los dos pies en Champions. Y pensar que su entrenador le dejó en el banquillo en la decisiva vuelta de octavos contra el Oporto…Qué valor.
Chianti1. Noche lánguida y deprimida en el Bernabéu, en la que los avioncitos de papel surcaban el cielo y aterrizaban en el césped cual si fueran el Atlantis. ¿Tal vez motivos simbólicos de próximos aterrizajes?. La anestesia solo resultó interrumpida en dos momentos: la sonora pita después del tercero del Mallorca; y la sustitución de Cannavaro, que recibió la ovación de la noche. Luego, su vuelta al ruedo al final del partido quedó un tanto deslucida, más que nada porque la mayoría del público había ido desfilando antes del pitido final. Con todo, y con días mejores y peores, a Fabio hay que agradecerle la profesionalidad y el compromiso con los colores que ha demostrado en estos tres años. No es lo mismo ser central de la Juventus que serlo del Madrid, donde ha tenido que jugar mucho más expuesto. Pero en general, podemos decir que ha cumplido con toda dignidad y con arreglo al prestigio con el que vino.
Chianti2. Y no podemos dejar de recordar aquí la despedida de Paolo Maldini, que se retira después de 25 temporadas en el Milan, siete scudettos, cinco Copas de Europa, un Mundial… Un monumento al fútbol. A él también le aguaron su despedida, en este caso la Roma. Pero su carrera, su hoja de servicios, no hay quien se la moje.