El mundo en verde y el verde en el alma, hasta en la cerveza, y no es un absurdo. Los pubs que parecen iglesias hoy son catedrales en día de comunión global y el grito irlandés vuela este día más alto y reverbera en el aire como ningún otro del año. Hasta O’Mara se ha guardado su látigo para mejor ocasión. Guinness mana de las fuentes y Sr. James se afana por pedir otra pinta pero observa que el camarero de Mullingan’s se parece sospechosamente a Leopoldo Bloom. Ya van demasiadas pintas, piensa. The Cliffs of Moher quiebran de un tajo seco, como siempre, la plácida campiña pero hoy nadie se acerca a sus tentadoras pendientes. Es hora de quedarse en tierras de paz, salir a las calles de Galway con una buena botella bien llena de oro. Bonos y Morrisons esparcen la espuma y los ríos corren de Temple Bar al castillo de Kilkenny, haciendo obligada parada en su laureado pub. Los poetas han quedado en McDaids, como es habitual, pero Eleanor hoy se echará la velada con Davy Byrnes. El trébol de cuatro hojas ya tiene ocho, por lo menos. Esto sucede en todos los países, no creáis. De Flaherty a Finnegan’s hoy el AVE te lleva en menos de media hora, y os prometo que en la Puerta del Sol han cambiado el letrero de Tio Pepe por uno de Jameson. Hoy es San Patricio, viva Irlanda de todo el mundo. Sláinte!
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