Noticias falsas… o que no nos timen

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“Noticia es la comunicación de un hecho antes desconocido, que sucede en un determinado ámbito y afecta a un determinado público”. Esta definición de noticia incluye la palabra “hecho”, que presupone que lo comunicado es verdadero. Si se tuviera en cuenta, nunca se hubiera hablado de “noticias falsas”. Directamente serían bulos, rumores, difamaciones… pero nunca noticias.

Realmente, el fenómeno no es nuevo, por mucho que ahora esté de rabiosa actualidad. Siempre hubo bulos, como siempre han existido falsificaciones o timos. Y normalmente se consideraba ingenuo, iluso o sencillamente tonto al que caía en la trampa. Sobre todo, si el resultado del engaño era que le costaba dinero. Cuántos han ocultado ser víctima de estas prácticas por temor al escarnio.

Respecto al bulo, podía responder a una fabulación espontánea que alcanzaba una insospechada difusión. Pero, las más de las veces, se trató de campañas organizadas. Bien rumores lanzados, en forma de globo sonda, para tantear un estado de opinión. Bien historias bien construidas y estratégicamente difundidas para desprestigiar a una determinada persona o identidad. O la goebbeliana mentira repetida hasta la saciedad, a fin de que mucha gente terminara asumiéndola como verdad. Casi todo esto es tan viejo como las propias noticias, y estas existen desde que el ser humano tomó noción de lo que es comunicarse.  

Pero ahora hablamos de noticias falsas. ¿Qué diferencia este fenómeno de lo que ya se conocía? La gama de intencionalidades es la misma, y las novedades, en todo caso, son dos: una capacidad inusitada de difusión y una creciente incapacidad de discernir entre verdad y mentira.

La primera es obvia. Hoy día cualquiera pone algo en la Red, y a poco que sepa manejarse digitalmente, el alcance potencial de ese contenido puede ser ilimitado. Sea para bien -que es muchas, diremos que la mayoría de las veces-, sea con mala calidad o mala intención. Pero no sólo es ilimitado en términos de espacio y del público al que pueda llegar. También lo es en el tiempo. Lo que se publica en Internet no se lo lleva el viento como las palabras, no envejece como los papeles. Queda ahí plasmado, aparecerá en los buscadores por los tiempos y, si se trata de un contenido infumable, obsceno o pernicioso, será como una mierda que cualquiera puede pisar por la calle o, peor aún, como una mina que puede explotarte y dejarte sin piernas.

La segunda es más compleja. Vivimos en la Sociedad de la Información, que en su vertiente oscura es la Era de la Saturación. La información es un bien universal al que todos tenemos derecho, como emisores y como receptores. A más información, más ricos en conocimiento somos. Pero estamos pasando el umbral, o quizás lo hemos pasado hace tiempo, y la sobreinformación termina derivando en desinformación. Queremos saberlo todo, enterarnos de todo; como no nos da tiempo, leemos deprisa, pinchamos y salimos, vamos de una noticia a otra, de una publicación a la siguiente… Y no asimilamos, no contrastamos lo suficiente, en definitiva, nos lo tragamos todo… o a veces lo que nos interesa tragarnos y además contarlo. Y no ya una persona de la calle -o de su Tablet o su Smartphone-, los propios profesionales de la información muchas veces no son capaces de seleccionar -y otras no les dejan- lo que es “hecho”, lo que es “desconocido”, lo que es “relevante” y sus “efectos” en los diferentes públicos.

Simplemente gamberros, decididamente malintencionados o con irrenunciables intereses, los ha habido siempre. Se diría que ahora tienen un terreno más amplio y mejor abonado. Pero, en realidad, muchos de esos chismes que ahora llamamos “noticias falsas” son relativamente fáciles de desmontar. Basta con buscar la referencia a la fuente de esa “noticia”, que nos puede dar pruebas de su dudoso origen. Otras veces es más complejo porque la falacia está más y mejor elaborada. Pero al final, la mayoría de las veces, no se tarda tanto en comprobar que había gato encerrado… o que no había ni las raspas del pescado. No nos engañemos, aquí hay gente que hasta se cree las noticias de elmundotoday. A menudo, es cuestión de pararse, pensar y aplicar el sentido común. Y por supuesto, de querer hacerlo.

Se habla estos días de las medidas que deberían tomar -y parece que están tomando- las diferentes plataformas de difusión de contenido en Internet. Pero aparte de que Facebook o Google se apliquen mayores dosis de responsabilidad, tampoco estaría mal -es más, sería las más poderosa de las armas preventivas- que se intentara potenciar -o quizás mejor dicho restaurar- el sentido crítico en las sociedades de hoy. Que la ciudadanía recuperase un cierto criterio para saber distinguir lo que es información de lo que es inventiva, lo que le aporta valor y conocimiento de lo que pretende confundirle o adherirle inquebrantablemente.

A nadie nos gusta que nos timen, mucho menos ser conscientes de haber sido timados. Y, por supuesto, odiamos luego contarlo. Pues pensemos que lo mismo es…

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